por el Ing. Agr. Rodolfo G. Frank
«Reichert tuvo dos pasiones en su vida: una, la investigación y enseñanza de la química analítica, especialmente en su parte agrícola, aunque con amplia capacidad para todas sus ramas; tan es así que los primeros estudios que lo hicieron conocer, versaron sobre los boratos de la puna de Atacama, que estudió sobre el lugar, y petróleos de Comodoro Rivadavia; la otra pasión fue nuestra cordillera de los Andes, que recorrió desde el norte, en el límite nuestro con Bolivia y Chile, hasta los confines patagónicos» nos dice el Dr. Daniel Inchausti1.
Federico Reichert nació en Schwäbisch Hall, Alemania, el 3 de noviembre de 1878, siendo su padre Julius Reichert, comerciante, y su madre Sofie Mergenthaler, hija de un maestro peletero. Perdió a sus padres a edad relativamente temprana: primero falleció su padre y cuando tenía 17 años perdió a su madre. Hizo estudios en un instituto técnico en Chemnitz y en 1898 ingresó en la universidad de Estrasburgo (Alsacia era, en aquel entonces, parte de Alemania) donde se doctoró en química en 1902. A fines de ese año pasó por Estrasburgo el Dr. Rodolfo Hauthal, geólogo alemán residente en Argentina, comisionado por el gobierno argentino para contratar un químico con conocimiento de minas y geología. Esta posibilidad despertó gran interés en Reichert. «Yo me aferré a las faldas de la levita de aquel `viejo’ y le supliqué en todos los tonos que intercediera a mi favor» escribe Reichert2. Hauthal recomendó su contratación, propuesta que fue aceptada. Antes de embarcarse para nuestro país, Reichert se casó con su prometida Anna Bade y juntos viajaron a Buenos Aires donde arribaron en mayo de 1904.
En sus primeros días en la Argentina se entrevistó con Francisco Moreno (el Perito Moreno), con el Dr. Santiago Roth, suegro de Hauthal y conocido estudioso de la geología que lo presentó al subsecretario del ministro Wenceslao Escalante, el Dr. Carlos Ibarguren, quién a su vez lo presentó al Ministro Escalante, al Dr. Pedro N. Arata y al banquero Ernesto Tornquist, para quien tenía una carta de presentación de su sobrino Alexander Tornquist, su ex profesor de geología en Estrasburgo. Poco tiempo después se le encomendó a Reichert la exploración de las borateras en la Puna de Atacama, misión que lo entusiasmó, no sólo desde el punto de vista profesional sino también como ferviente andinista, deporte que había practicado con dedicación en Europa.
Después de algún tiempo en que tuvo tareas de rutina en el laboratorio de química del Ministerio de Agricultura, fue citado en 1906 por el subsecretario Ibarguren quién le ofreció el cargo de profesor de química agrícola y analítica en el recientemente fundado Instituto Superior de Agronomía y Veterinaria. Después de algunas dudas (Reichert aun no dominaba suficientemente el castellano como para dictar clases y por otra parte tenía un contrato con el gobierno que no contemplaba tareas de enseñanza) y de entrevistarse con Arata, aceptó el ofrecimiento. Su primer contacto con lo que posteriormente fuera la Facultad de Agronomía y Veterinaria, después de tomar el tren en Chacarita y descender en la «Parada Agronomía», lo describe así: «Un pequeño apeadero cubierto por techo de chapas de cinc onduladas, señalaba la periferia de aquel punto donde se impartían enseñanzas sobre temas de agricultura y ganadería. Para llegar a destino había que atravesar un buen trecho lleno de barro, que no desaparecía sino cuando uno llegaba a la puerta de un edificio de un piso que contaba con dos alas, una de ellas para sede de las autoridades y despacho del Rector3. Yo no podría negar que al dar mis primeros pasos por aquel lugar con apariencia de claustro sentí un tanto apagado mi entusiasmo. Bastaba con la primer mirada para darse cuenta de que allí reinaban todavía condiciones caóticas. En el despacho había media docena o más de profesores, todos los cuales gesticulaban y discutían con el Rector, mientras jóvenes estudiantes iban y venían como hormigas desorientadas. Como por entonces no se contaba con otras instalaciones, las actividades principales se desarrollaban en aquel esbozo de pabellón. Había allí una biblioteca, un cuarto para el Rector y su secretario y también una sala de espera para el cuerpo docente, un aula para las clases, un cuarto de aparatos y un local destinado para el laboratorio. Eso era todo»4.
Comenzó así el Dr. Reichert sus actividades como profesor, que no dejaría hasta su jubilación en 1936. Entre sus investigaciones se destacan el estudio de la radioactividad de las aguas subterráneas de la provincia de Buenos Aires, la actividad de las hojas de Digitalis purpurea (colaborando con el Dr. Bernardo Houssay, por entonces profesor de la Facultad), el análisis de aguas de la región de Bell Ville para determinar su contenido de arsénico y el método para eliminarlo, procedimiento adoptado luego por Obras Sanitarias de la Nación, el estudio -sugerido por el decano Cárcano- de las plantas forrajeras del país, en colaboración con los profesores Hauman, Parodi y Martinoli, donde Reichert investigó su composición química. Poco sabido es que en su laboratorio de la Facultad se analizó por primera vez en 1910, a pedido del Ministerio de Agricultura, de quien dependía la Dirección Gral. de Minas, Geología e Hidrología, el gas natural que emanaba de los yacimientos petrolíferos de Comodoro Rivadavia, lugar al cual se trasladó Reichert acompañado por el geólogo Walter Schiller para tomar las muestras. Muchos años después, transportado por gasoductos, este gas era utilizado en buena parte de la Argentina.
Mientras durante el año académico Reichert desarrollaba sus tareas en la Facultad, durante las vacaciones se dedicaba a su actividad favorita, el alpinismo. Para él no fue solamente un deporte, sino una seria y científica exploración geográfica de lugares aun desconocidos en su época. Fue socio fundador de la Sociedad Argentina de Estudios Geográficos GAEA. Especial dedicación le deparó a los Andes patagónicos: a su iniciativa y entusiasta participación se debe la exploración de los hielos continentales patagónicos. Los resultados de sus reiteradas expediciones patagónicas lo llevaron a publicar, en colaboración, el libro «Patagonia»5. Por otra parte, adquirió una propiedad en Cayutué, situada a orillas del brazo meridional del Lago de Todos los Santos, en Chile, no muy lejos, en línea recta, del lago Nahuel Huapí. El Cerro Reichert, sobre el límite argentino-chileno, junto al Paso de las Pircas, recuerda su nombre.
Federico Reichert fue honrado por la Universidad en 1928 con el título de Doctor honoris causa. La Academia Nacional de Agronomía y Veterinaria lo designó miembro de número en 1933. Sus últimos años los pasó en su finca «Eden Hall» (nombre que recuerda su ciudad natal) en Cayueté, donde falleció el 2 de junio de 1953. Años después, la Academia publicó la traducción de su libro «En la cima de las montañas y de la vida», editado originariamente en alemán.
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1 DANKERT, Ernesto G. Federico Reichert, su vida, su vinculación con la Facultad de Agronomía y Veterinaria de Buenos Aires. B. Aires, Acad. Nac. de Agr. y Vet., 1961. p.8.
2 REICHERT, Federico. En la cima de las montañas y de la vida. Trad. de Rubén Darío (h). B. Aires, Acad. Nac. de Agr. y Vet., 1967. p. 35.
3 Se refiere al actual Pabellón Arata de la Facultad de Agronomía donde se hallan las cátedras de química.
4 REICHERT, Federico. Op. cit. p. 80-81.
5 KÖLLIKER, Alfredo, Franz KÜHN, Fritz REICHERT et al. Patagonia; resultados de las expediciones realizadas de 1910 a 1916. B. Aires, Soc. Científica Alemana, 1917. 2 t. con 431 p.
6 DANKERT, Ernesto G. Op. cit. p 20.
7 Ibídem p. 24.