Breve Historia de la Academia de Agronomia y Veterinaria

La historia de las academias se remonta a varios siglos antes de Cristo en la Grecia Clásica1 y tras eclipses y resurgimientos históricos ha resultado en la concepción moderna de instituciones científicas del más alto nivel, de lo que existen ejemplos en todos los países de cierto adelanto en la civilización.

En la Argentina la primera fue la Academia Nacional de Medicina fundada en 1822, pero cuya labor estuvo latente por muchos años, desapareciendo de hecho. Le siguen la de Ciencias de Córdoba, fundada por Sarmiento en 1869, la de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales en 1874 y la de la Historia, fundada en 1893 por Mitre.

El Estatuto de la Universidad de Buenos Aires, vigente a principios del siglo XX, establecía en su art. 66 que en cada Facultad habrá una corporación de veinticinco miembros denominada Academia, cuyas finalidades eran, entre otros, estudiar y dilucidar cuestiones de carácter científico concernientes a los diversos ramos del saber, evacuar las consultas de orden científico del Consejo Superior o los Consejos Directivos, etc. Cuando el Instituto Superior de Agronomía y Veterinaria, fundado por decreto del 19 de agosto de 1904 del Presidente Gral. Julio A. Roca a iniciativa del Ministro de Agricultura Dr. Wenceslao Escalante, se incorporó con el nombre de Facultad de Agronomía y Veterinaria a la Universidad de Buenos Aires por decreto del 10 de mayo de 1909, también se debió dar cumplimiento al Estatuto de la Universidad. Por tal motivo, el Consejo Superior de la Universidad, por resolución del 16 de octubre de 1909, creó la Academia Nacional de Agronomía y Veterinaria2. Posteriormente, en su sesión del 2 de mayo, el Consejo Superior designó académicos a los miembros del Consejo Directivo de la nueva Facultad Dr. Pedro N. Arata, Teniente Gral. Julio A. Roca, Ing. Alfredo Demarchi, Dr. Ramón J. Cárcano, Dr. Emilio Frers, Dr. Abel Bengolea, Dr. Pedro Lagleyze, Dr. Pedro Benedit, Dr. Ricardo Schatz, Dr. Francisco P. Lavalle, Dr. José Lignierès, Dr. Virginio Bozzi, Dr. Moldo Montanari, Dr. Cayetano Martinoli y Dr. Joaquín Zabala.

La Academia era una especie de organismo consultivo, dependiente de la Facultad. Por tal motivo, se ha denominado «Academia Dependiente»3, si bien gozaba de una autonomía limitada en el sentido que elegía sus propios miembros y designaba su propia mesa directiva. Sin embargo, las funciones directivas de las facultades correspondían a los respectivos consejos directivos. En ejercicio de sus funciones, la Academia se reunió por primera vez el 6 de junio de 1910 y eligió su mesa directiva, que quedó constituida por el Dr. Abel Bengolea como Presidente, el Dr. Pedro Benedit como Vicepresidente, el Dr. Francisco P. Lavalle como Secretario y el Dr. Pedro N. Arata como Tesorero. En esa sesión también se designaron como nuevos Académicos a los Dres. José M. Agote, Ramón Bidart, Angel Gallardo, Pascual Palma, Leonardo Pereyra Iraola, los Ings. Agrs. José M. Huergo y Pedro J. Isouribehere y el sr. Manuel Güiraldes. Con estas designaciones, la cantidad de académicos llegó a veintitrés.

Las actividades de esa «Academia Dependiente» fueron reducidas en esos primeros años. La pertenencia a la misma era una distinción para sus miembros, que «reinaban pero no gobernaban» en su Facultad. Por otra parte, hay que tener presente que muchos de ellos también eran miembros del Consejo Directivo, que ejercía la función de gobernar. Se tiene la sensación que la Academia languidece, hasta el punto que no se llegan a incorporar nuevos miembros, reduciéndose gradualmente la cantidad de académicos por fallecimiento. En 1925 sólo restaban 12 miembros, cantidad insuficiente para sesionar porque con ella no se podía lograr quorum.

La Reforma Universitaria de 1918 llevó, entre otros, a una reforma del Estatuto de la Universidad que fue aprobado por decreto del Poder Ejecutivo en octubre de 1923. Este nuevo Estatuto no contemplaba la existencia de Academias en el seno de las Facultades. En vista de ello, el Presidente Marcelo T. de Alvear decretó el 13 de febrero de 1925 la creación de las academias como instituciones autónomas, que pueden adquirir personería jurídica, y que continuarán ininterrumpidamente sus actividades anteriores. El decreto eleva la cantidad de miembros a 35, lo que implica que necesita 18 miembros como mínimo para funcionar (la mitad más uno). Por tal motivo, el Poder Ejecutivo designa seis nuevos miembros para lograr ese mínimo: los Ings. Agrs. Tomás Amadeo, F. Pedro Marotta, Pedro T. Pagés, y los Dres. Vet. Belarmino Barbará, Daniel Inchuasti y José M. Quevedo.

La «Academia Autónoma» comienza a funcionar con bastantes dificultades. El decreto del Presidente Alvear no incluía recursos ni subsidios y por otra parte, al separarse de la Facultad, carecía de un lugar apropiado para desarrollar sus actividades. Estas circunstancias hacen que la actividad de la Academia fuese limitada. Presidente de la Academia de 1925 a 1932 fue Francisco P. Lavalle, secundado por José Lignières como Vicepresidente, Belarmino Barbará como Secretario General, F. Pedro Marotta como Secretario de Actas y Alfredo Demarchi como Tesorero. Una comisión compuesta por los académicos Inchausti, Lignières y Pagés redactó un Reglamento General, inspirado en el de la Academia de Medicina. En 1932 la Academia se da su primer estatuto. Por otra parte, se incorporan nuevos Académicos de Número: durante los años 1925-26 se designan a los Ings. Agrs. Alejandro Botto, Emilio A. Coni, Franco E. Devoto, Carlos D. Girola, Pablo Lavenir, Lorenzo R. Parodi, los Dres. Leopoldo Giusti, Arturo Lanusse, Juan Murtagh, Francisco Rosenbusch, Federico Sívori, Fernando Lahille, Tomás Le Breton, Damián M. Torino y el Ing. Exequiel Ramos Mejia. Pero en esa segunda mitad de la década del 20, la Academia tiene poca actividad; «existe pero no actúa» dice Inchausti4.

«La vida real activa de la Academia, comienza recién en 1932; el día 25 de julio, se reúnen 15 académicos en el salón del consejo superior de la Universidad, con la presidencia provisional del doctor Angel Gallardo y eligen para dirigir la institución: Presidente Ing. Agr. F. Pedro Marotta, Vicepresidente Dr. Leopoldo Giusti, Secretario General Dr. Belarmino Barbará, Secretario de Actas Ing. Agr. Emilio A. Coni y Tesorero Dr. Juan N. Murtagh»5. Las sesiones públicas (conferencias, recepción de nuevos miembros, etc.) se siguieron haciendo en la Facultad de Agronomía y Veterinaria, más concretamente en el aula Escalante (actualmente Ramón Cárcano del pabellón Raúl Wernicke), como queda registrado en los Anales de la Academia Nacional de Agronomía y Veterinaria que comienzan a publicarse en 1932. Hasta tanto de no contar con sede propia, la Academia alquila por $ 25 mensuales a la Sociedad Científica Argentina un cuarto en su sede de la Av. Santa Fe para instalar su secretaría.

Durante la década del 30 la actividad de la Academia se centra en conferencias de destacados científicos nacionales y extranjeros y la incorporación de nuevos miembros. Entre los conferenciantes extranjeros cabe citar al Prof. Dr. Roberto von Ostertag, al veterinario español Felix Gordon Ordás, ambos en 1932, en 1934 al conocido físico atómico italiano Enrique Fermi (Premio Nobel de Física en 1938) y al Prof. de la Universidad de Nápoles Dr. Felipe Botazzi, al destacado zootecnista inglés John Hammond en 1936 y 1939 y al genetista Felicien Boeuf también en 1939. Entre los argentinos a Lorenzo R. Parodi, Leopoldo Giusti, Pedro T. Pagés, Daniel Inchausti y Emilio A. Coni. Muy pocas incorporaciones de nuevos académicos hubo en esa década: sólo dos, los Dres. Luis van de Pas, profesor de Anatomía en 1932 y Federico Reichert, profesor de Química Agrícola, en 1933, ambos de la Facultad de Agronomía y Veterinaria. Federico Reichert recuerda así su acto de recepción en la Academia: «El 7 de septiembre se registró mi incorporación como miembro de la Academia de la Facultad de Agronomía y Veterinaria [sic] y ocupé el sillón que dejó vacante el químico Profesor Francisco P. Lavalle. El acto solemne se celebró en el aula Escalante de la Facultad. Asistieron académicos, profesores, alumnos y muy numeroso público entre el cual figuró el encargado de negocios de Alemania. Como tema científico escogí mis investigaciones sobre la variación de la composición de la savia obtenida por presión de diversos tipos de trigo de pedigree (…) El ingeniero F. Pedro Marotta y su colega Alejandro Botto pronunciaron sus alocuciones, tras las cuales leí mi discurso oficial de presentación …»6. En 1935 es reelegida la misma mesa directiva y en 1937 es designado presidente el Dr. Leopoldo Giusti.

La Segunda Guerra Mundial interrumpió la visita de ilustres personalidades científicas extranjeras, y a su finalización prácticamente no se reanudaron. En cambio, fueron incorporados numerosos académicos nuevos, si se compara con la década anterior. En total, entre 1941 y 1950, 20 nuevos académicos, o sea un promedio de dos por año, fueron designados académicos de número. En 1941 es elegido Presidente el Ing. Agr. Emilio Coni y tras su trágico fallecimiento en 1943 pasa a ocupar ese cargo el hasta en ese entonces Vicepresidente el Dr. Juan N. Murtagh, reelegido en 1945. En 1947 la elección recayó en Joaquín S. de Anchorena, que presidió la Academia durante 10 años debiendo sortear una época muy difícil para la misma.

El comienzo de la década del 50 trajo graves dificultades a las academias. La ley 14.007 de 1950 y su decreto reglamentario 7.500/52 introdujeron profundas modificaciones en el funcionamiento de las academias nacionales, que implicaba la pérdida de su autonomía. La ley 14.007 es escueta. En su art. 1° establece que «Las academias tendrán por fin la docencia de la cultura y de las investigaciones científicas posuniversitarias.» A su vez las divide en entidades públicas o privadas y que «… las primeras se llamarán Academia Nacional con el agregado de la especialidad a que se dediquen; …». El art. 2° dispone que el Poder Ejecutivo reglamentará el funcionamiento de las academias oficiales, «establecerá la cantidad de miembros correspondientes y de número que las integrarán y la duración de los mismos, designando para constituirlas a personas de consagrados valores culturales». Asimismo agrega que el P.E. «… procederá a reorganizar las academias…». El decreto 7.500 del 30 de septiembre de 1952 creó el Consejo Académico Nacional, presidido por el Ministro de Educación e integrado por los presidentes de las academias nacionales, cuyas principales funciones son las de coordinar el funcionamiento de las academias, distribuir los fondos, propiciar la creación de nuevas academias nacionales, autorizar el funcionamiento de las privadas, elevar al P.E. las propuestas de designación de los miembros de número y nombrar académicos honorarios y correspondientes a propuesta de las academias nacionales. El presidente de la academia será designado por el P.E. de una terna propuesta por el Consejo; en el caso «que la especialidad de la Academia corresponda a una disciplina de enseñanza universitaria, será presidente el decano de la Facultad respectiva y por todo el tiempo que dure su mandato.» (art. 6°). Los académicos de número serán designados por el P.E. (art. 14°) y su designación durará hasta los 60 años (art. 15); el P.E. podía designar nuevamente a quién excediese esta edad por períodos de 5 años, renovables. A la fecha del dictado de este decreto, sólo los académicos Parodi, Eckell, Marchionatto y Quiroga tenían menos de 60 años de edad. Decano de la Facultad de Agronomía y Veterinaria, desde el 1/9/1952, era el Ing. Agr. Juan J. Billard. Bajo esas condiciones se hizo imposible el funcionamiento de la Academia, que prácticamente dejó de actuar. Mientras en 1952 aun hubo 6 disertaciones, no las hubo más hasta 1956. Después de la incorporación del Dr. Osvaldo Eckell en 1950, no se designaron nuevos académicos de número hasta agosto de 1956, cuando se nombraron a los Dres. Pires y Schang y al Ing. Foulon. En la presidencia quedó el Dr. de Anchorena, de hecho hasta 1956 pues durante todo el año 1957 estuvo con licencia y siendo presidente en ejercicio el Vicepresidente Ing. Casares.

Con la caída del peronismo en 1955, se modificó substancialmente la situación de la Academia. Por Decreto-ley 4.362 del 30 de noviembre de 1955 es derogada la ley 14.007, se establece que «El título de Académico es vitalicio … » (art. 1), que «Las Academias Nacionales son asociaciones civiles y deben tener la correspondiente personalidad jurídica. Se dan sus propios estatutos y reglamentos bajo las normas del derecho común, de acuerdo con los preceptos del presente Decreto-ley» (art 2). Se restituyen los bienes que se hubiese hecho cargo el Estado y, una importante innovación, recibirán a partir del 1°/1/1956, «… una contribución del Estado, que anualmente figurará en el presupuesto de la Nación … (art. 3). Convocada por el Ministro de Educación Dr. Atilio Dell’Oro Maini, se reúne la Academia el 15 de diciembre de 1955 con los académicos que tenía cuando fue sancionado el decreto 7.500, «… a los efectos de constituir nuevamente la Academia Nacional de Agronomía y Veterinaria …»7. En esa oportunidad «El señor académico Bustillo manifiesta que, en realidad, este cuerpo es el mismo que fuera desorganizado mediante la sanción de la ley 14.007, entiende que deben continuar las mismas autoridades existentes en el momento de la desintegración de la Academia. La indicación es votada y aprobada por unanimidad; …»8.

La reanudación de actividades se ve facilitada por el logro de una sede, de la que hasta ese entonces se carecía. «En 1955 la Academia Nacional de Agronomía y Veterinaria mediante un convenio instala su sede en el 1er. Piso de la casa del Centro Argentinos de Ingenieros Agrónomos (C.A.D.I.A.). Las comodidades eran satisfactorias y el clima propicio; además de la sala de reuniones se disponía de espacio para instalar la secretaría. En el Salón de Actos del C.A.D.I.A. la Academia podía realizar sesiones públicas.»9.

En 1957 fue elegido el Ing. José María Bustillo presidente de la Academia, cargo que ocupará por 17 años, la presidencia más larga hasta el presente. Según Pires, «Con la asistencia de Bustillo, la Corporación da un gran salto. Aspira a recuperar distancias perdidas. El ejercicio de `la libertad’ ampliaba horizontes y hacía más atractiva la jornada. La Academia, al ritmo de Bustillo, escala alturas donde su voz llega más lejos. Los `Anales’ testifican los esfuerzos realizados. Las sesiones públicas, científicas, tecnológicas, culturales y los actos de homenajes constituyen el centro de las actividades en esta larga y nutrida etapa.»10. Aparte de los Anales, que van regularizando su aparición, la Academia comenzó con la publicación de libros. Los primeros fueron las actas de congresos y simposios organizados por la Academia, importantes y numerosos. También comenzó la creación de premios. El primero de ellos, el Premio «Academia Nacional de Agronomía y Veterinaria» fue otorgado por primera vez en 1969. Años después se fueron agregando otros. Durante la presidencia de Bustillo hubo 3 modificaciones de los estatutos: en 1958 (para adecuarse a las nuevas disposiciones oficiales), en 1967 y en 1972. Las dos últimas se refirieron principalmente a la elección de los miembros de número. Otra preocupación de Bustillo fue lograr una sede propia, acorde con la jerarquía de la Academia y a su incrementado quehacer. Después de muchas gestiones, conjuntamente con otras academias con iguales necesidades, se logró la resolución 3621 del Ministro de Cultura y Educación de fines de diciembre de 1972 disponiendo la adquisición del edificio de Av. Alvear 1711 con destino a sedes de nuestra Academia, juntamente con las de Derecho y Ciencias Sociales, Ciencias Políticas y Morales, y Ciencias. Pero un poco más de un año después, antes de mudarse a la nueva sede, por decreto de enero de 1974 ese edificio se asignó a organismos y dependencias del Ministerio de Cultura y Educación. Poco antes, Bustillo había finalizado su mandato y declinó una nueva reelección. Este decreto fue su gran frustración y amargó sus últimos días. Bustillo falleció en diciembre de 1974.

Después de la cortísima presidencia del Dr. José R. Serres, de pocos meses, al cabo de los cuales renunció por enfermedad de su esposa, fue electo en 1974 el Dr. Antonio Pires como Presidente. La primera preocupación del flamante Presidente fue el problema de la sede, «la reconquista» como lo llama Pires. En una entrevista de cortesía de los presidentes de las academias para saludar al nuevo Subsecretario de Cultura Dr. Raúl M. Crespo Montes, que por casualidad conocía a un hermano del Dr. Pires, «se habló de las Academias y cuando le informé sobre las gestiones realizadas y los años transcurridos desde que fueron iniciadas para reconquistar el inmueble perdido como sede de varias Academias, y de las tres posible opciones analizadas hasta ese entonces, sin decisión alguna, se comprometió a estudiarlas y `a dar una respuesta en quince días’ ¡Quince días nada más, cuando llevaba años sumergido en la nada! … Y para mi sorpresa el Dr. Crespo Montes, lo hizo. Cuando concurrí el día señalado, me saludó con estas palabras: `Dr. Pires, el edificio de la Av. Alvear 1711, será sede de las Academias’.»11. El Subsecretario dictó una resolución por la cual se afecta al uso de las academias ese edificio, correspondiéndole a la Academia Nacional de Agronomía y Veterinaria el segundo piso, con aproximadamente 480 m2 propios. La nueva sede se pudo amoblar adecuadamente y la primer reunión en la misma se efectuó el 17 de diciembre de 1980.

En los doce años que el Dr. Pires presidió la Academia comenzó una sostenida apertura hacia el interior, desarrollando actividades conjuntas con instituciones del interior. Es así como se efectuaron reuniones científicas en Río Cuarto, Ushuaia, Azul y Mendoza. Otro impulso notable fueron los premios: al Premio Academia Nacional de Agronomía y Veterinaria le siguieron el «Dr. Osvaldo Eckell», «Fundación Manzullo», «Massey Ferguson», «Dr. Francisco C. Rosenbusch», «Bayer en Ciencias Veterinarias», «Fundación Ceres», «Bolsa de Cereales», «José María Bustillo» y «Vilfred Baron». Algunos, pocos, dejaron de otorgarse, pero la gran mayoría se sigue concediendo.

En 1985, y ante la negativa del Dr. Pires de aceptar una nueva reelección, fue elegido presidente de la Academia el Dr. Norberto Ras. Durante su presidencia se incrementó y amplió la apertura hacia el interior, en el sentido de crear Comisiones Académicas Regionales que nuclean los miembros correspondientes de las diferentes regiones del país. «La acción comenzó con la preparación de un reglamento que orientó la creación de la CARNOA y la CARCUYO en 1993, a la que se sumaron la CARNEA y CARSUR en 1994. Durante el ejercicio del año 2000 quedó integrada y funcionando la Comisión Académica Regional del Centro (CARCENTRO) completando la red de Comisiones Regionales que cubren los centros de actividad científica y cultural del país»12.

Otro aspecto destacable es el programa científico de la Academia. «Durante el ejercicio de 1990 se dio comienzo a un programa de investigación mediante proyectos coordinados por académicos de número y correspondientes, independientemente o en colaboración con personal, equipos e instalaciones de otras instituciones. El programa adquirió rápidamente considerable envergadura gracias al esfuerzo de muchos miembros de la Academia, limitada casi únicamente por la disponibilidad de recursos materiales»13. A fines de 2000 había 35 proyectos concluidos y alrededor de una decena y media en ejecución. También en lo referente a premios se agregaron los premios «Ing. Agr. Antonio J. Prego», «Dr. Antonio Pires» y se logró la incorporación del premio «Cámara Arbitral de la Bolsa de Cereales». Ante la desaparición del Premio Massey Ferguson la Academia lo reemplazó por un premio bienal al Desarrollo Agropecuario. En 1999 se concedió además una edición especial del Premio Academia Nacional de Agronomía y Veterinaria, «Pro novum millennium causa», otorgado a la Dra. Maevia Correa por su «Flora Patagónica».

Aparte de la publicación de sus Anales y de los proceedings de seminarios realizados conjuntamente con otras academias nacionales, la publicación de libros de la Serie de la Academia tuvo un fuerte impulso. A partir de 1994 se han venido publicando al ritmo de un promedio de 4 títulos anuales.

Durante la presidencia del Dr. Ras hubo nuevas modificaciones del estatuto, girando éstas siempre alrededor del problema de la elección de nuevos miembros. El estatuto de 1972 había establecido que dos votos negativos bastaban para rechazar la propuesta. La reforma de 1987 aligeró el requisito determinado que un nuevo candidato debía obtener, en votación secreta, no menos de las dos terceras partes de los votos emitidos. El estatuto de 1997, dispone que «Para la designación de Académico se deberá convocar a Sesión Especial con no menos de quince días corridos de anticipación. El quórum de esas sesiones será de 2/3 de los académicos de número en ejercicio» (art 10°) y que «Para ser designado Académico el candidato propuesto deberá obtener, en votación secreta, la mitad más uno de los votos emitidos, no tomando en consideración los votos en blanco. …» (art. 12°).

El Dr. Ras fue reelecto sucesivamente por nuevos períodos hasta el año 2000, cumpliendo así 15 años frente a la Academia. Dado que no aceptó una nueva reelección, resultó elegido para el período trienial 2001-2003 el Dr. Alberto Cano, hasta ese entonces Secretario General de la Academia. Durante su presidencia se volvió a reformar el estatuto en 2002 volviéndose a la exigencia de los dos tercios de votos para designar un nuevo miembro. El Dr. Cano gestionó y logró un nuevo premio, el Premio «Fundación Pérez Companc». Por otra parte se canceló el premio «Dr. Francisco C. Rosenbusch» y, debido a la crisis económica de 2002, se dejó de otorgar el «Wilfred Baron». Otro aspecto que se impulsó durante la presidencia del Dr. Cano fue una sensible actualización y ampliación de la página Web de la Academia, que hasta ese entonces sólo tenía una existencia muy modesta. De esta forma, las actividades de la Academia Nacional de Agronomía y Veterinaria logran una difusión mucho mayor, abarcando todo el mundo.

El Dr. Cano fue reelegido presidente en la renovación de fines de 2003, y con él la Comisión Directiva que lo venía acompañando. Inesperadamente falleció a fines de mayo de 2004, reemplazándolo en el cargo el Dr. Carlos O. Scoppa, hasta ese momento Vicepresidente de la Academia.

Preparado por Rodolfo G. Frank

Referencias

1 Comunicación del Académico Presidente Dr. Norberto Ras. Academias Nacionales Argentinas 1993. Buenos Aires, Acad. Nac. de Agr, y Vet. 47(18)9-16. 1993.
2 GIUSTI, Leopoldo, Daniel INCHAUSTI y Carlos A. LIZER Y TRELLES. La Facultad de Agronomía y Veterinaria; anotaciones sobre su fundación y desenvolvimiento. B. Aires, Facultad de Agronomía y Veterinaria, 1952. p. 66.
3 PIRES, Antonio. Historia de la Academia Nacional de Agronomía y Veterinaria 1904-1986. B. Aires, Hemisferio Sur, 1989. p. 71 y ss.
4 INCHAUSTI, Daniel. 50° Aniversario de su fundación; comunicación del Académico de Número Dr. Daniel Inchausti. Buenos Aires, Academia Nacional de Agronomía y Veterinaria, 1960. p. 10.
5 INCHAUSTI, Daniel. op. cit. p. 10-11.
6 REICHERT, Federico. En la cima de las montañas y de la vida. Trad. de Rubén Darío (h.). B. Aires, Academia Nac. de Agr. y Vet., 1967. p. 374 y ss.
7 Acta N° 77 de la Academia, reproducido en PIRES, Antonio, op. cit. p. 70-71.
8 Acta N° 77, cit.
9 PIRES, Antonio. op. cit. p. 105.
10 Ibídem, p. 148.
11 Ibídem, p. 119.
12 RAS, Norberto. Reflexiones del Presidente [Informe presentado por el Dr. Ras en diciembre de 2000 al concluir su presidencia]. Buenos Aires, [2000]. 10 p. [inédito].
13 Ibídem, p.7.