por el Dr. José María R. Quevedo1

Concentrada mi atención en la figura física del doctor Santiago Salvador Quiroga, lo recuerdo en su deambular vigilante por entre mesas, aparatos y el restante mobiliario, llegando a la vera de cada uno de los técnicos que integraban la plana del Laboratorio de Bacteriología de la Paternal, del Ministerio de Agricultura de la Nación, a poco de incorporarse al mismo, en el año 1931.

Delgado, de moderada estatura –pareciera que este adjetivo cupiera a todas sus acciones– morocho, de pelo lacio, peinado siempre y vestido con pulcritud, que mantenía en su diaria labor, bajo el blanco guardapolvo. De ademanes breves, nada altisonante su voz, aún en momentos que precisaba poner énfasis en sus comentarios, críticas, consejos, o reprimendas. Se movía con pasos ni cortos ni largos; llegaba, a donde fuera, sin desplazamiento fuerte del aire que tuviera por delante. Su escritura era fácilmente legible, expresándose entonces con claridad, sin rebuscamientos idiomáticos. Daba de sí, en cuanto se refiere a información técnica, lo que era de su saber, y así ejecutaba sus rondas por las distintas salas del Laboratorio en que hizo buena parte de su carrera técnico profesional.

Nacido en San Luis, en el hogar de una familia tradicional en esa provincia; tuvo varios hermanos que, como él, siguieron una trayectoria de significativa trascendencia regional y nacional. Casóse y tuvo una sola hija.

Obtuvo el título de Perito en Agricultura y Zootecnia, en la Escuela Nacional de Agricultura y Ganadería de Córdoba. Esto fue en 1909. Este primer jalón le vale para marchar a Europa, becado por el Superior Gobierno de la Nación, en mayo de 1910. El Ministerio de Educación Pública lo envió a Italia. En la Facultad de Medicina Veterinaria, de la Universidad de Turín obtuvo el título de doctor en Medicina Veterinaria, en julio de 1914. En 1930, en la Facultad de Medicina Veterinaria de Milán, había seguido un curso de perfeccionamiento de Inmunología y Suerodiagnóstico.

Al regresar al país, toma su puesto como Veterinario Subinspector en la Dirección General de Ganadería, del Ministerio de Agricultura de la Nación, que dio motivo para que se aplicara los conocimientos adquiridos en tan importante centro de estudios. Su ingreso a la función pública, vinculada con el ejercicio profesional, en el Laboratorio de Bacteriología tiene fecha 14 de octubre de 1914. En 1918 pasó a integrar la lista de ayudantes de Bacteriólogos en el mismo Laboratorio, desempeñando tareas de distinta importancia, superando la designación con que había ingresado a dicho Servicio, en el que pasó a la categoría de Bacteriólogo, en enero de 1924. Cuatro años, a partir de entonces, le dieron el espaldarazo, de Jefe del Laboratorio en que había desarrollado su más intensa actividad, alcanzando ahí mismo, en 1944, su jubilación.

En esta rápida revisión biográfica del doctor Santiago Salvador Quiroga, tiene que ocupar un lugar destacado su acción docente, que comenzara en la Facultad de Agronomía y Veterinaria de la Universidad de Buenos Aires, como Jefe de Trabajos Prácticos de Bacteriología, desde 1919 hasta 1933, cumplimentando, en buena parte de ese tiempo (1926-1933), con las tareas propias del Profesor Suplente de Bacteriología, logrado por concurso. Desde el final de este período, hasta 1935, se hizo cargo del Curso de Bacteriología, dado que su titular, el sabio profesor José Lignières, había fallecido. También en 1937 y hasta 1940, fue Director del Instituto de Enfermedades Infecciosas, compartiendo éstas en estos últimos tiempos con las propias del cargo de Consejero sustituto por la Escuela de Veterinaria, ante el Consejo Directivo de la Facultad de Agronomía y Veterinaria, cargo éste que mantuvo por elección efectuada entre 1948 y 1950, hasta ser Consejero Titular por los Profesores Titulares, entre 1950 y 1952. A partir de 1946 a 1950, la Facultad lo designó en diferentes comisiones, aprovechando su experiencia en aspectos vinculados con los planes de estudios (1946), con la reglamentación para los cursos de ingreso (1948), o representando a la misma en el Ministerio de Agricultura, al tratar de la colaboración en investigaciones agropecuarias o siendo delegado en congresos dentro o fuera del país, como en el V Congreso Internacional de Microbiología, reunido en Río de Janeiro, en 1950.

Mientras tanto desempeñaba comisiones vinculadas a sus variadas condiciones profesionales. Destacaremos las que desempeñara al experimentar el método biológico de D’ Herelle, que utilizaba el Coccobaccillus seridiorum, o Cocobacilo de D’Herelle, para la lucha contra la langosta, en 1918, o bien la que desempeñó en compañía del sabio profesor F. Lahille, en 1922, para controlar el método biológico del señor Martín Díaz, del Perú, también en el combate contra la langosta. Tanto la Enfermedad de Bang, como la Septicemia hemorrágica, contó con sus aportes y los de los técnicos del viejo Laboratorio de Bacteriología. El Dr. Quiroga integró comisiones para su estudio.

Su producción científica comenzó con la concreción de estudios con motivo de su tesis de doctorado: «Investigación sobre los caracteres de los bacilos tuberculoso tipo humano y tipo bovino», presentado a la Real Academia de Medicina de Turín, Italia, en julio de 1914, que mereció el honor de ser publicado en el Giornale de la Real Academia, ese mismo año. Realizó en la misma Facultad una «contribución al estudio en lo etiológico y clínico de la tuberculosis del papagayo», 1915.

Ya en el país fue atraído por la sanidad y patología de nuestros ganados, así fue que se ocupó del «tembleque en la Patagonia», con el doctor Rafael Pepe, en 1919. El «carbunclo bacteridiano» fue un trabajo presentado en homenaje a Pasteur realizado en la Sociedad de Medicina Veterinaria, en mayo de 1931. Entró entonces en el tema al que dedicó mucho de su tiempo: «el mal de caderas de los bovinos», rabia paresiante, o paralítica de los bovinos. Dio a conocer sus primeros aportes en 1931 con los doctores Julián L. Acosta –pionero éste en el descubrimiento de la enfermedad en el Chaco y resto del noroeste argentino y seguidor de su fluctuaciones en virtud de los que presentaban sus portadores o transmisores: ejemplo del murciélago Desmodus rotundus– con los doctores Abel A. Rottgardt, Julio N. Masselín y Rafael Scasso. Siguió la comunicación de detalles de la elaboración de la vacuna contra esta enfermedad y sobre aspectos de la enfermedad en sí misma. La intensa labor de preparación de la vacuna inicial, mejorando las técnicas paulatinamente, venciendo dificultades de envío, traslado, y promoviendo el entusiasmo de los valientes veterinarios que la llevaron a lomo de caballo o mula, por esteros y montes, sin alimentos y poca agua, en largas jornadas. Al principio el Dr. Julián L. Acosta, en el modesto laboratorio de Colonia Benítez, Chaco, y luego, conjuntamente con el Laboratorio de Bacteriología, de la Paternal, a cargo del doctor Quiroga, contribuían con partidas de vacunas que serían utilizadas en Corrientes y Chaco, principalmente. La vacuna producida en la Paternal, procedía de cerebros de equinos inoculados con «virus fijo» de rabia paralítica, pero ya no había lugar donde enterrar sus cadáveres, quemarlos, o transportarlos hasta la sede de la empresa mortuoria de caballos. Se obtuvo así un pequeño predio e instalaciones precarias de trabajo en La Tablada, cercano a Tapiales. El que inyectaba buena cantidad de equinos, con toda clase de riesgos y peripecias, era el doctor Antonio Pires, integrante entonces del plantel de técnicos del Laboratorio de Bacteriología. Aún después, en ambos laboratorios, se fueron adoptando otras técnicas de elaboración y envío en otras condiciones, de la vacuna, que facilitaba su inyección, pero la inoculación y las operaciones de extracción del cerebro seguían siendo riesgosas. Hoy, se utilizan otros tipos de vacunas y las condiciones generales del campo y el manejo de haciendas han evolucionado en forma muy beneficiosa para el ejercicio de las profilaxis y tratamiento de las enfermedades del ganado.

Inclinado a los estudios sobre tuberculosis, el doctor Quiroga escribió sobre ella e investigó, publicando resultados del cultivo de los bacilos humanos, bovinos y ovinos, de la evaluación de las tuberculinas, de uso entonces en los ganados que se importaban, procedentes de diferentes partes del mundo, y que el laboratorio debía proveer al Lazareto Cuarentenario; como contribuyendo al estudio del B.C.G. el antígeno biliado de Calmette y Guerin, siempre en el tapete, aún en estos tiempos.

Por entonces, la brucelosis ya preocupaba demasiado a los profesionales, tanto médicos como veterinarios. El laboratorio a que aludimos efectuaba su diagnóstico, y convocó no pocas veces a especialistas de diferentes partes del mundo. Allí se cambiaron ideas sobre el correcto y exacto diagnóstico, como así también se controló la primera vacuna aparecida para la profilaxis de esa enfermedad humana y animal.

De manera que su llegada a la Academia Nacional de Agronomía y Veterinaria, en diciembre de 1948, fue un acto justificado.
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1 Semblanza (abreviada) del Dr. Quiroga pronunciada el 29 de abril de 1976 con motivo de la incorporación del Dr. Quevedo como académico de número de la Academia Nac. de Agronomía y Veterinaria. Anales de la Acad. Nac. de Agr. y Vet. 30(4):15-19. 1976.