por el Dr. Mauricio B. Helman1

De estirpe vasca, oriundo de Tolosa, en la provincia de Guipúzcoa, nació un 10 de abril de 1886. Pocos años después llegó con sus padres a nuestras tierras, donde afincaron. Al correr de 1909, egresó de la Universidad Nacional de Buenos Aires con el título de médico veterinario. Al año siguiente obtuvo su carta de ciudadanía. Al quehacer de la nación se incorporaba un argentino que puso lo mejor de sí al servicio de su país de adopción. Por cierto, asomando siempre en él las virtudes de la raza: energía y severidad para que no se note la sensibilidad, honradez sin tacha, luminosidad en la mirada, dignidad en el gesto, desinterés, rectitud. Todos estos dones emanaban del Dr. Inchausti para brindarlos a quienes fuimos sus discípulos.

Si hubiese que dar una definición del Dr. Inchausti, sólo me bastaría decir que fue un profesor nato y maestro de maestros en la cátedra de Zootecnia de la casa que lo formó, y que desde 1911 y durante 22 años desempeñó con profunda vocación por el arte ganadero, con gran versación y notable capacidad didáctica, y donde sus discípulos dilectos nos transformamos en sus colaboradores.

Su aporte al avance de esta rama de las ciencias agrarias fue de tal enjundia, que debemos calificarlo como el precursor de la modernización de las empresas ganaderas e iniciador de nuevas corrientes científicas y técnicas en la materia. Como investigador, entre otros aspectos, logró altos relieves en las prácticas del tambo, del ordeño y la alimentación del ganado lechero, con tanto éxito, que obtuvo varios récords nacionales y sudamericanos, permitiéndole la ejecución de trabajos experimentales originales y con ellos importantes conclusiones científicas.

Al crearse el Instituto de Zootecnia en 1937 fue su primer director, cargo que mantuvo hasta su jubilación en 1944, dejando una perfecta organización y cinco cátedras en funcionamiento, con la Granja y el Parque Avícola, Cunícola y Apícola bien equipados.

Tan amplia tarea docente y de investigación no impidió al Dr. Inchausti cumplir importantes funciones dentro de la Universidad: en 1918 fue delegado suplente ante el Consejo Superior Universitario. En 1921 consejero titular de la Facultad. En 1923 vicedecano de la misma. Al año siguiente fue electo decano para el período 1924 a 1927. Y en 1925, mientras cumplía esa función, alcanzó el prominente cargo de vicerector de la Universidad de Buenos Aires. Fue el primer médico veterinario que ocupó el decanato y el vicerrectorado. A todas esas prominentes posiciones llegó con su proverbial modestia, asumiendo totalmente las responsabilidades y poniendo el máximo de rectitud e inteligencia en los procedimientos. Era tal el concepto de honor, tan acendrada su honestidad y total desprendimiento de intereses secundarios, que en su mente sólo cabía en engrandecimiento de la institución para él, el segundo hogar. Sustrajo horas al sueño y sin descansar días festivos se dedicó a la realización de obras y administración de la Facultad. Un volumen editado en 1927 sobre su decanato, habla por sí solo del enorme esfuerzo y de todo lo que le debemos en pabellones, aulas, clínicas, laboratorios, parques, caminos, instrumentales, animales de experimentación y las organizaciones docente, de investigación y administrativa.

Como profesional cúpole una actuación destacadísima. Sólo la escueta mención señala su trascendencia. Recién graduado, ingresó en 1910 al ex Ministerio de Agricultura, y en la Dirección de Ganadería ascendió en 1923 a jefe de servicio, viajando intensamente y actuando en congresos, conferencias y certámenes ganaderos. Fue jurado de la exposición de Palermo y de numerosas del interior del país. Escribió muchísimos trabajos y realizó diversos proyectos para el progreso de la ganadería. Estuvo muy vinculado a la Sociedad Rural Argentina en distintas comisiones técnicas y el Jockey Club Argentino fue delegado en la Comisión de Fomento Caballar. Profundamente gremialista, colaboró con la Sociedad de Medicina Veterinaria e integró su comisión directiva varios períodos. Como premio a tan brillante trayectoria, la Academia Nacional de Agronomía y Veterinaria lo incorporó a su seno como miembro de número.

Fruto de su experiencia zootécnica, numerosas publicaciones que sería fatigoso enumerar, sirvieron para la orientación y el conocimiento de sus alumnos y para los ganaderos, precisamente en la primera mitad de este siglo, cuando recién comenzaban a tomar incremento las exportaciones. Pero citaré sus dos obras cumbres que honraban a la literatura argentina y mantienen viva su elevada ilustración. Son el volumen «Raza Pura Sangre de Carrera», cuya primera edición vio la luz en 1953, y la «Bovinotecnia» en dos tomos en colaboración con el Dr. Ezequiel C. Tagle, aparecida en 1945 y de la cual se publicaron cinco ediciones. Los caballos de carrera y los bovinos fueron sus pasiones, y esos libros son el mejor legado que pudo dejar como demostración de su especialidad.

He aquí una somera semblanza de un sabio. Un sabio que honró a la Zootecnia y vivió como un hombre común, modesta y silenciosamente. Un sabio que amó profundamente su vocacional profesión y la sirvió con talento, dignidad y recta conducta. Fue la herencia que legó a los hijos de su espíritu. Y quienes tuvimos el privilegio de recibir su formación, recordamos con admiración y afecto al maestro inolvidable, y lo tenemos permanentemente como norte y como guía. Permitidme, entonces, que en este momento de gran emoción, dedique a su memoria este instante cumbre que vivo, y se lo ofrezca a su digna esposa.
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1 Semblanza del Dr. Daniel Inchausti efectuada con motivo de la incorporación del Dr. Mauricio B. Helman como miembro de número de la Academia el 2 de agosto de 1968. En: Anales de la Acad. Nac. de Agr. y Vet. 22(3):87-89. 1968.