por el Dr. Francisco Alberto Saez1

El Dr. Angel Gallardo nació en Buenos Aires el 19 de noviembre de 1867. Después de cursar sus estudios secundarios en el Colegio Nacional ingresó en la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, obteniendo su diploma de Ingeniero en 1894. Guiado siempre por su marcada inclinación por las ciencias naturales radicóse en París, donde frecuentó los altos centros científicos conociendo y escuchando a los más eminentes naturalistas de Francia. Bonnier, Guignard, Delage, Giard, Henneguy, Loisel, van Tieghem fueron sus principales maestros. Alcanzó también las últimas lecciones del gran Lacaze Duthiers y cultivó la amistad de otros sabios entre los cuales se cuenta el célebre químico Berthelot. Estando en Europa en 1900 representó a la Universidad de Buenos Aires en los congresos internacionales de Botánica y Geología.

En 1902, ya en Buenos Aires, se gradúa de Doctor en Ciencias Naturales presentando una tesis titulada «Interpretación dinámica de la división celular» que por su originalidad y moderna orientación mereció las más altas distinciones y la medalla de oro de la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. Nombrado en dicha casa de estudios profesor suplente de Zoología en reemplazo del Dr. Carlos Berg, queda luego como titular de la referida cátedra.

Miembro del Consejo Directivo del Instituto Superior de Agronomía y Veterinaria y Académico de la Facultad de Ciencias en 1905, es designado un año más tarde Académico honorario del Museo de La Plata. Académico de la Facultad de Agronomía y Veterinaria, es laureado poco después por la Academia de Biología y Botánica de Le Mans con medalla de oro, alta distinción dispensada a las figuras científicas más relevantes. En 1911 es designado director del Museo de Historia Natural Bernardino Rivadavia en reemplazo del ilustre paleontólogo Florentino Ameghino. En 1916 preside la primera reunión nacional de la Sociedad Argentina de Ciencias Naturales de Tucumán. Es objeto luego de numerosas designaciones de corporaciones extranjeras, la Academia de Medicina de París, la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de Madrid, la Real Sociedad Zoológica de Londres, la Sociedad de Biología de París y otras muchas lo incorporan en su seno. La Universidad de Padua le confiere el título de Doctor Honoris Causa con motivo de su centenario. Ministro Plenipotenciario en Italia en 1921 se hace cargo más tarde de la cartera de Relaciones Exteriores en el gobierno del presidente Alvear. En 1930 el Dr. Gallardo fue designado miembro de honor del Congreso Internacional de Biología de Montevideo, realizado durante el centenario, a propuesta del autor de estas líneas cuando integraba el Comité Ejecutivo de dicho Congreso. Recientemente, en 1932, el voto unánime de los consejeros de las distintas Facultades que componen la Universidad de Buenos Aires lo llevó al rectorado de la misma, habiéndole sorprendido la muerte poco tiempo después de haber renunciado a dicho cargo2. Como ciudadano el escenario de su actuación ha sido vasto y fecundo.

La obra científica de Gallardo es variada y múltiple, pudiendo desdoblarse en dos etapas que corresponden a dos aspectos de su personalidad científica, la Biología teórica y la Entomología. Los problemas biológicos que más interesaron a Gallardo fueron la variabilidad y la herencia, la aplicación de los métodos matemáticos a las ciencias biológicas y el mecanismo de la división celular. Como entomólogo estudió especialmente las hormigas.

Un natural impulso desde los primeros años le hizo amar las cosas de la naturaleza y sabemos que se inició en las primeras letras leyendo un libro de Huber «La historia de las hormigas», origen indudable de su futura vocación. El mismo nos relata en el siguiente párrafo cómo fue de significativo este hecho en su formación espiritual «El interés científico más remoto, el que recuerdo como más antiguo en mi vida, ha sido el interés por la observación de las hormigas». Su espíritu de investigación encuentra favorable campo en el estudio de la vida y costumbres de esos maravillosos insectos. El comprendió su encanto y trató de conocer los más simples detalles de la biología de esos himenópteros sociales. Luego ya en posesión de una mayor experiencia nace en su mente la duda científica y el lógico deseo de corregir las observaciones que leía al compararlas con las efectuadas por él mismo.

Es así como hizo incursión en el intrincado y misterioso arcano de los fenómenos celulares. Su primer trabajo, el que le dio gran notoriedad en el mundo fue precisamente el fruto de su cultura en las ciencias exactas; era un problema de mecánica, la interpretación y reproducción artificial de la división celular. Es este un fenómeno complejísimo, tan complejo que parece que los elementos que concurren a su producción no pueden ser más que obra de la vida misma. Gallardo dio una explicación de su mecanismo que vino a ilustrar con toda claridad un problema de tanta importancia.

Cuando Gallardo se hallaba en Francia en 1895 escuchando las clases del botánico van Tieghem, se sorprendió, al oír la exposición de los fenómenos de la mitosis, de la peculiar similitud que existía entre las fibras del huso acromático y las líneas de fuerza de un espectro magnético. Buscó y leyó con avidez no hallando explicación alguna al respecto. Consultó al insigne botánico Guignard y éste le aconsejó una obra reciente y valiosa que Delage había publicado en esos momentos3. Esto lo impulsó a visitar y exponer personalmente al ilustre zoólogo sus ideas y he aquí un momento interesante, que es a mi modo de ver, crítico en la vida de Gallardo puesto que recibe el influjo estimulante de un gran maestro que lo alienta vivamente y cuyo recuerdo deja honda huella en su personalidad científica. Gallardo publica su primera contribución al problema4 emitiendo una hipótesis dinámica y entrando de lleno en el campo de las teorías (teorías dinámicas) que por ese entonces más cerca se hallaban del camino que conduce a una explicación racional del fenómeno y que han sustentado además de Gallardo, Errera, Ziegler, Bütschli, Rhumbler, Lillie, Hartog y otros. Hubo por otra parte un grupo de investigadores de talla que sustentaban la teoría llamada de la contractilidad fibrilar defendida principalmente por Klein, van Beneden, Boveri, Rabl, O. Hertwig, Flemming, Strasburger, Heidenhain, etc. Estos autores tenían en cuenta la estructura del citoplasma y el aspecto del anfiaster, que de acuerdo a los recursos técnicos de la época, suministraban las imágenes de los preparados.

La fuerza «cariocinética» de Gallardo es la que ordena, podría decirse, al polarizarse la marcha de la cinesis entre dos puntos que determinan el «efecto cariocinético» o anfiaster, actualizándose de esta manera la existencia de un campo eléctrico bipolar cuyos centrosomas son de diferente signo. En trabajos posteriores (1906, 1909, 1912) modifica Gallardo su interpretación inspirado por las recientes e interesantes experiencias de Lillie y enuncia su teoría electrocoloidal de la cariocinesis concediéndoles a los centrosomas y a los cromosomas cargas de signo contrario respectivamente, aunque de idéntico potencial entre ellos mismos.

No podía pasar inadvertida para una mentalidad abierta a todas las corrientes contemporáneas de la ciencia, los estudios que bajo el nombre de herencia mendeliana estaban asombrando a los biólogos de la época. Fue Gallardo uno de los primeros que estuvo en antecedentes del redescubrimiento de las leyes del monje agustino Gregorio J. Mendel en 1900. Antes de publicarse los tres clásicos trabajos de Correns, de Vries y Tschermack, el Dr. Gallardo ya conocía los pormenores es este importantísimo acontecimiento. El célebre botánico Hugo de Vries fue quién escribió al Dr. Gallardo anunciándole tan fausta nueva que había de conmover más tarde el andamiaje de la biología. La genética, llamada herencia entonces, fue divulgada entre nosotros en forma elocuente y clara por la pluma de Gallardo; lástima grande que publicaciones tales como «Las investigaciones modernas sobre la herencia en biología» aparecida en 1909, no hayan sido difundidas como hubiere sido de desear5. En la obra precitada hay párrafos como el siguiente: «Cuántos ensayos ahorraría al criador o al cultivador que desea obtener una forma animal o vegetal con propiedades determinadas, si conociese exactamente las leyes de la transmisión hereditaria? Para el médico la cuestión es interesante en alto grado, ya se trate de la herencia de las enfermedades mismas o de las condiciones de receptividad o de inmunidad para tales o cuales afecciones» que hablan de la admirable comprensión del alcance de tan trascendentales problemas que tenía Gallardo.

Después de publicada su última nota sobre la división celular en 1912, su atención se polariza hacia estudios zoológicos diversos coincidiendo con su entrada al Museo de Buenos Aires. Prevalecen naturalmente los entomológicos siendo las hormigas el objeto de su dedicación especial. Ya existen publicaciones de Gallardo desde 1907 sobre los hormigueros de hormiga negra, que son los primeros que aparecen relacionados con sus insectos favoritos. Luego siguen muchos otros, pues tenía proyectado redactar una obra de conjunto sobre nuestras hormigas, habiendo publicado hasta 1928 más de la mitad de su obra dividida en partes.

Como hombre de ciencia mucho le debemos en la obra de acercamiento internacional con que la ciencia une y dignifica a las naciones y a los hombres. La vida de Angel Gallardo puede servir de claro ejemplo desde el punto de vista intelectual y ético a las generaciones venideras. ¡Cómo no había de ser ejemplar la vida de este argentino que hizo un culto de su profesión de hombre, la más difícil como dijera Guyau, para la gloria de su patria y por el bien de sus semejantes!
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1 Biografía (abreviada) publicada en la Rev. Arg. de Agronomía 1(2):138-145. 1934.
2 El Dr. Angel Gallardo falleció en Buenos Aires el 13 de mayo de 1934 [Nota del Editor].
3 DELAGE, Ives. La structure du protoplasma et les théories sur l’hérédité et le grandes problemes de la biologie générales. Paris, 1895.
4 Essai d’interprétation des figures kariocinétiques. An. Mus. Nac. 5:11-22. 1896.
5 Libro de Oro, de homenaje al Prof. Dr. Roberto Wernicke, pp. 299-368 y tiraje aparte de 72 pp. de «La Ciencia Médica», Buenos Aires, 1909.