por el Ing. Agr. Ángel Marzocca[1]

Nació de Lombardía, en 1927 en Calolziocorte en cercanías de Bérgamo (Lecce), ciudad donde residía actualmente y permaneció activo hasta su deceso tanto en la Universitá degli Studi de Bologna como libre docente en Agronomía y Cultivos, como Académico Consulto de la Academia di Agricoltura de Turín.

Era graduado en Ciencias Agrarias en la Universitá degli Studi de Milán (1950), y especializóse en mejoramiento de maíz y papa en la bergamasca Stazione Sperimentule di Maiscoltura donde se iniciara como investigador en maíz en 1952, y luego en plant breeding en la Iowa State University de los EE.UU.

Fue coordinador de investigación y mejoramiento agrícola para la compañía Dekalb en Italia, antes de asumir la dirección del Istituto de Ricerche Orticole de Minoprio (provincia de Como) hasta 1971 en que se incorpora a la FAO (Roma) como especialista en Variedades Agrícolas de Alto Rendimiento en la Plant Production & Protection Division . Más tarde es designado director del Centro de Ricerca Fitotecnica de Bergamo. En estas últimas etapas se destacó como un activísimo investigador, consultor, asesor o coordinador de importantes proyectos internacionales de desarrollo agrícola en su propio país y en España, Bolivia, Honduras, Argentina y Bangladesh. El Ministerio de Relaciones Exteriores de su país en 1984 lo pone al frente del renombrado Istituto Agronomico per l’Oltremare, con sede en Florencia, cargo que desempeña hasta 1994. Finalmente pasa a asesorar a la Confederación Nacional de Agricultores y a coordinar el Programa Nacional de Mejoramiento Genético de Papa del Ministerio de Agricultura y Bosques de Italia.

Es desde el famoso Instituto florentino que organizó y coordinó Brandolini no menos de una decena de cursos posdoctorales relativos a recursos naturales, agricultura tropical y subtropical, y ampliará la esfera de su actividad hasta países tan disímiles como Rumania, Perú, Ecuador, El Salvador, Túnez, Somalia, Cabo Verde, Tanzania, Eritrea, Mozambique, Líbano, Yemen, China y Filipinas. Cosechando distinciones relevantes como, en nuestro continente, la ciudadanía honoraria de la ciudad de Quito, la de Guatemala y la Medalla de Oro al Mérito de la Agricultura de Bolivia.

El Dr. Brandolini publicó más de un centenar de trabajos en revistas italianas y extranjeras, actas de congresos, artículos o capítulos de enciclopedias y textos especializados, en su mayoría como autor único o principal y también cumplió una proficua actividad como editor de libros. Fue, en Florencia entre l894 a 1992, director y editor de la prestigiosa Rivista di Agricoltura Tropicale e Subtropicale mundialmente conocida.

Por lo demás, no sólo se destacó por sus estudios y aportes en maíz, como mencionáramos, sino también que se involucró con igual seriedad en proyectos relativos a sorgos, cebada, mijo, trigo duro, arroz, lupinos, porotos, soja, algodón, papa y tomate, amén de algunas especies florales, aromáticas y frutícolas. Como se ve todas especies de alto valor económico y muchas de las cuales tienen origen en América Latina – incluyendo algunas de nuestro propio país.

Aquí, en la Argentina, hizo una especial contribución -principalmente en relación con el INTA- a diversos programas de recolección y conservación de germoplasma, investigación y desarrollo de cultivares frutícolas (en Río Negro y Neuquén) y hortícolas (en Buenos Aires y Mendoza), y en la elaboración y coordinación de proyectos sobre cultivo de especies aromáticas en La Rioja, además de colaborar con el INTI en estudios sobre industrialización de cereales.

Colaboró muy eficazmente en el diseño e instrumentación de la red de bancos activos y del banco base de germoplasma de recursos vegetales del INTA, a los cuales dotó -desde la dirección del Istituto Agronomico per l’Oltremare-, todo su equipamiento, junto a un ambicioso y exitoso programa de formación de recursos humanos en el país y el exterior.

Brandolini fue un paradigma de científico y funcionario cabal cuya preocupación excedió con creces su especialidad y las fronteras de su nacionalidad, al contribuir a la causa publica de la humanidad con los simples instrumentos de su inteligencia, su capacidad y su formación agronómica.

En ocasión de su designación en esta Academia me atreví a decir que era una «rara avis”, por haber logrado conciliar con sus trabajos los objetivos de la Agronomía como ciencia y la agricultura como arte, puesto que sus investigaciones procuraron siempre dirigirlas a una utilidad práctica, orientándolas al bienestar general de los habitantes de las diversas latitudes que transitara en su fecunda existencia.

 

[1] Nota necrológica publicada en Anales de la Academia Nacional de Agronomía y Veterinaria 62:LXXV-LXXVI. 2008.