por el Dr. Emilio J. Gimeno1

Personalidad que ostentó los más altos títulos académicos a los que un hombre puede aspirar, como Vicerector de la Universidad de Buenos Aires (1965-66), Decano de la Facultad de Agronomía y Veterinaria, (1963-66) y Profesor de Patología Quirúrgica desde 1947-67, Profesor Consulto (1972) y Emérito (1978) de la misma Facultad. Ingresó en esta Academia el 19 de junio de 1956, presentándose con una recordable disertación sobre educación, y posteriormente presidió esta Institución, durante cuatro períodos, desde 1974 a 1985 al cabo de los cuales fue nombrado Presidente Honorario de la misma.

Se proyectó mas allá de los ámbitos de la veterinaria para recibir el galardón de Miembro Honorario de la Academia Nacional de Medicina. Fue un constante embajador de la Profesión Veterinaria trascendiendo las fronteras del país como miembro de las Academias de Ciencias Veterinarias de Madrid en España, de la de Santiago de Chile y Catedrático Honorario de la Universidad de San Marcos de Lima-Perú.

Recibió innumerables premios y distinciones entre las que se destacan el Premio Nacional de Cultura a las Ciencias Aplicadas por su famoso libro «Tratado del pie del caballo», que todavía es uno de los pilares de referencia en la veterinaria argentina de la patología quirúrgica de las enfermedades. Se lo honró con el muy representativo Premio y Medalla de Oro del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura en 1978, por su labor destacada en la enseñanza y educación en las ciencias agropecuarias y con el premio Veterinario Ibero-Americano de 1984 de la Universidad de Salamanca en España, por su figura representativa en las ciencias veterinarias de habla hispana. Otro importante premio fue el del Mérito que recibió como agradecimiento de la profesión en 1982 y que fuera instituido por la revista Gaceta Veterinaria, para mencionar solo algunos de sus múltiples galardones.

Pero esto es parte de la vidriera de la vida del Dr. Pires, receptor de cargos, distinciones y administraciones de la generación en que convivió. Yo quisiera hablar un poco de Antonio, ese hombre que logró muchas cosas y reconocimientos, pero a base de un gran esfuerzo íntimo y una dedicación al trabajo que con tenacidad admirable, fue construyendo una obra humana, que representa un verdadero arquetipo, para todo aquel que aspira a dar a su existencia, un contenido con valores esenciales de la vida.

Nació Antonio Pires un 9 de octubre de 1904 y como él mismo lo refiere, en la tapera de adobe de una familia pobre, cerca de Bolívar (Provincia de Buenos Aires) y tras largos años de sacrificio, por propio esfuerzo se recibió con medalla de oro en la Facultad de Agronomía y Veterinaria de Buenos Aires en 1926

Según más de una vez se lo oímos contar, tenia frecuentemente que caminar más de 20 cuadras desde su casa, para ir a estudiar a la Facultad, por que usualmente no abundaban los 10 centavos para el tranvía.

Ese hombre que armó el famoso Museo de Patología Quirúrgica no sólo en Buenos Aires, sino además en la Facultad de La Plata, de la que también fue Profesor, con más de 2.500 piezas anátomo-patológicas y 4000 diapositivas, era de una fecundidad y capacidad de trabajo incansable, expresada en más de 100 trabajos publicados, que incluyen experimentaciones, libros, ensayos y obras documentales. Dormía muy pocas horas por día, tan es así que en su deseo por cubrir el trabajo en la Facultad, llegaba tan temprano, que más de una vez, llegó a ser confundido con el sereno de la Facultad, por los proveedores que llegaban de madrugada, y que al verlo le pedían que abriese la puerta.

Hoy el recuerdo del Dr. Pires crece cuando se plantean y debaten los problemas sobre educación a la que dedicó buena parte de su existencia. Era yo Decano en La Plata en 1972 y discutíamos si los «Curricula» debían ser flexibles, integrales, orientados o compactos. Pires que ya era por aquel entonces del grupo de expertos en Educación agrícola de FAO/OMS, nos dejó un mensaje paradigmático: «Hagan el curriculum con la forma que deseen, pero lo importante es la solidez que impongan en las materias básicas y para el resto enseñen al alumno a pensar». Si se hubiese seguido este consejo realmente, la enseñanza universitaria argentina hoy no estaría sufriendo buena parte de sus crisis y problemas.

Lo recordamos al Dr. Pires con una fuerte personalidad, pero en el fondo era un hombre modesto, que se reconocía con más «conciencia que ciencia», tal como se expresó en el homenaje al cumplir los 80 años, que se le hizo en la Bolsa de Cereales en 1984, y al que acudieron las personalidades más conspicuas de los ámbitos agropecuarios, científicos y académicos de la época. En la oportunidad parafraseando a Emerson dijo: «Lo que hace falta en la vida es encontrar a alguien que nos obligue a hacer aquello para lo que somos capaces. Yo tuve la suerte que fueron muchos los que me empujaron a hacerlo y por ello les estoy agradecido».

Tengo la seguridad que la Academia de Agronomía y Veterinaria tuvo el privilegio de haber sido uno de los más importantes impulsores para que Antonio Pires descargase su capacidad, energía y talento, en obras que perduran y perdurarán para el bien y orientación de todos los que de alguna forma, estamos vinculados a las ciencias y actividades agropecuarias del País.2
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1 Semblanza del Dr. Antonio Pires pronunciada por el Dr. Emilio J. Gimeno con motivo de su incorporación como académico de número de la Academia Nacional de Agronomía y Veterinaria el día 6 de noviembre de 1997. Anales de la Acad. Nac. de Agr. y Vet. 51(11):11-12.1997.
2 El Dr. Antonio Pires falleció en Buenos Aires el 23 de septiembre de 1989 [Nota del Editor].