Academia Nacional de Agronomia y Veterinaria

La República Argentina, como nación de historia reciente, ha debido ir edificando sus instituciones con la mayor premura. Entre ellas se cuentan las Academias Nacionales dedicadas a cobijar, promover y facilitar el desarrollo de las ciencias y las artes, según el concepto que ha venido evolucionando y consolidándose desde 600 años a. C. en los tiempos de Platón y Aristóteles, en la Atenas Clásica, hasta alcanzar el nivel que tiene en nuestros días en todos los países adelantados.

En la Argentina, las academias comenzaron a surgir aunque más tardíamente, en forma similar a la de otros países, alrededor de grupos de intelectuales idealistas, constituyendo instituciones de tamaño inicialmente modesto, divididas por especialidades de las ciencias y las artes que cultivan.

Se señala frecuentemente como pionera entre nosotros a la Academia Nacional de Medicina, creada junto con la Universidad de Buenos Aires, por iniciativa de Bernardino Rivadavia, hacia 1822. Aunque se vio afectada por los avatares de las guerras civiles, ha llegado a ser hoy una de las más sólidas de la pléyade de instituciones similares que la siguieron, dedicadas todas a las ciencias.

Así Sarmiento, en 1869, cuando ya estaba consolidada la Organización Nacional, fundó la Academia Nacional de Ciencias de Córdoba, para originar un foro cultural alrededor de científicos multidisciplinarios notables, atraídos al país para realizar su tarea.

Entre las veinte Academias reconocidas hoy con carácter de «nacionales» fue creada en 1910, como dependencia de la Universidad de Buenos Aires, la dedicada a las Ciencias Agronómicas y Veterinarias. La institución maduró hasta convertirse en una entidad autónoma, en 1925, con sus estatutos como una entidad pública no estatal, autorizada a reunir entre veinte y cuarenta personalidades descollantes en dichas ciencias para ocupar los sitiales permanentes, además de un número abierto de académicos correspondientes nacionales y extranjeros, ubicados fuera de la sede central. El organismo funciona con plena actividad, como todas las Academias Nacionales, desde el Decteto-ley N° 4.362, del 55, que las reconstituyó, después de un período en que estuvieron inactivas. Desde 1980, tiene su sede en el segundo piso del Edificio de las Academias nacionales, en la Avenida Alvear 1711, de la ciudad de Buenos Aires.

Para cumplir sus objetivos, la Academia Nacional de Agronomía y Veterinaria congrega hoy a un conjunto de personas con una actuación distinguida como estudiosos, investigadores, publicistas, extensionistas, políticos, diplomáticos, educadores, funcionarios, profesionales prácticos y otras variadas formas de servir a la humanidad a través del protagonismo en las ciencias agronómicas y veterinarias. Eso explica que se encuentran entre los miembros de la Academia personas de muy diverso origen universitario y diferente perfil en su actuación profesional, pero siempre caracterizadas por su honestidad acrisolada, su excelencia profesional, su austeridad y abnegación personal y sus condiciones de convivencia amable.

La simple constitución y renovación permanente del claustro de académicos de número y correspondientes cumple con la función ejemplificadora de trofismo social, que la Ley de Academias asigna implícitamente a la institución. Superar el riguroso proceso de selección e incorporación de cada miembro, constituye en sí mismo una honra y un motivo de satisfacción profunda para el elegido y una muestra de elevación de miras digno de ser emulado por la sociedad que nos cobija.

Los Académicos cumplen actividades intelectuales vinculadas con sus respectivas especialidades científicas y con relación a los problemas de interés para la comunidad nacional e internacional. Las reuniones del cuerpo permiten presentar comunicaciones de los propios miembros o de personalidades reconocidas, debatir temas importantes en seminarios o foros diversos, emitir opiniones fundadas sobre problemas diversos, actuar en comisiones, jurados y otros cuerpos de actuación trascendente.

En la Academia funciona un programa científico, que lleva apoyadas ya decenas de proyectos de investigación coordinados y dirigidos por los académicos con grupos de colaboradores, cuyas conclusiones son discutidas y publicadas.

Todas las actividades son cumplidas por la Academia independientemente o en sociedad con otras Academias Nacionales, institutos universitarios, de investigación y desarrollo e instituciones privadas que comparten preocupaciones, en diversos puntos del país.

La Academia distribuye periódicamente trece premios, según reglamentos establecidos, en diversos sectores de su campo científico. Algunos de ellos tienen una elevada valoración honorífica, en tanto que otros van acompañados de retribuciones en efectivo, aportadas generalmente por entidades patrocinantes.

Existe además un Programa de Publicaciones que incluye el anuario Anales y la serie de la Academia, que supera los veinte títulos, producidos por los propios académicos y por notabilidades invitadas.

La Academia Nacional de Agronomía y Veterinaria es la Academia Nacional del país que ha avanzado más en la tarea de nuclear a los académicos correspondientes nacionales, en cinco Comisiones Académicas Regionales, que funcionan activamente para el Noroeste, Cuyo, Noreste, Sur y Centro del país, con programas académicos independientes, dentro del reglamento especial que las rige. El número de académicos correspondientes designados lejos de la sede central coincide con la distribución geográfica de la población del país y su actividad cultural y científica.

Los académicos correspondientes extranjeros permiten mantener relaciones intelectuales con colegas de países amigos que han tenido influencia benéfica para las ciencias argentinas.