por el Dr. José A. Carrazzoni1

En Madrid nace, el 19 de febrero de 1879, Angel Cabrera, que será el hijo menor de los siete que tuvo su padre, primer Obispo Protestante de España. También allí cursará todos sus estudios, hasta su doctorado en Filosofía y Letras (entre 1896 y 1900), porque curiosamente, este zoólogo y paleontólogo de nota nunca hizo estudios regulares universitarios en Ciencias Naturales. Todos sus títulos en estas ciencias les fueron otorgados a título honorífico, como reconocimiento al valor científico de sus trabajos.

Este cambio notable de orientación en su vida tiene explicación. Su padre deseaba que siguiera su propia carrera en la Iglesia Española Reformada y con tal motivo lo inclinó a estudiar Filosofía y Letras, para que luego fuese a Inglaterra a doctorarse en Teología. Sin embargo, el joven Cabrera evidenció su inclinación por las Ciencias Naturales, más precisamente por la zoología, desde edad temprana, cuando leyendo novelas de M. Reid se entusiasmó con la vida de los animales, particularizándose en el estudio de los mamíferos. Tampoco fue ajeno a este cambio de orientación el Dr. Ignacio Bolívar, Director del Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid, quien lo apoyó y estimuló para ello, por lo cual con sólo 18 años de edad publicó su primer trabajo científico «Observaciones sobre un chimpancé de ancas blancas», en las Actas de la Real Sociedad Española de Historia Natural, iniciando así precozmente su carrera en el campo de la zoología.

Desde 1902, y por diez años, fue naturalista agregado al Museo; pasó después a naturalista recolector, luego disector primero, posteriormente se lo designó naturalista agregado a la sección de Osteozoología a cargo de las colecciones de mamíferos, con lo que sumó una antigüedad total de casi 25 años. Por otra parte, la Junta de Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas lo había comisionado para estudiar la organización de las colecciones zoológicas de los Museos de Francia e Inglaterra, encargándole a su regreso la reorganización de las colecciones de mamíferos en el Museo de Madrid, misión que cumplió con la idoneidad que lo caracterizaría durante toda su vida.

Debido probablemente, entre otras razones, a las pobres remuneraciones que recibía como científico, durante esos años desempeña simultáneamente otras tareas, como la dirección de una revista de interés general llamada «Alrededor del mundo», en la que publica una novela de corte policial. Además, escribe interesantes libros de divulgación, no sólo sobre temas de zoología, sino también sobre diversas materias, tales como industrias de la alimentación, los tejidos y la navegación.

El trabajo en el Museo no le impide comenzar a noviar con una joven, que profesa la religión católica, lo que le plantea otro grave inconveniente con su padre, que no había quedado conforme con su cambio de carrera. La solución de este problema se tuvo mediante la mediación del sacerdote católico Barreiro, que era un especialista en esponjas, con el cual Cabrera se veía muy seguido en el Museo y del cual se había hecho muy amigo. Ocurrió que Barreiro hizo valer sus buenos oficios ante el Capellán del Palacio Real y logró que se dictase una bula papal autorizando al joven naturalista a casarse por la Iglesia Católica sin renunciar al culto protestante, con lo cual le evitó otro disgusto a su padre.

Su doctorado en Letras, y no en Ciencias, no favorecía su carrera, no obstante por sus méritos es nombrado en 1913 representante del Gobierno Español ante el 9° Congreso Internacional de Zoología, que se desarrolla en Mónaco. Ese mismo año es designado zoólogo de la expedición que la Real Sociedad Española de Historia Natural realizó al Marruecos Español, a donde volverá diez años después para hacer nuevos estudios. En 1919, bajo los auspicios del Ministerio de Estado, encabeza la expedición que va al Rif y en 1921 viaja como jefe de otra expedición al Marruecos Occidental. En 1923 será el zoólogo a cargo de mamíferos e insectos de la expedición del almirante H. Lynes, de la Marina Británica, que se realiza a la zona montañosa del norte de Marruecos. También ha sido destacada su actuación en la citada Real Sociedad, en la que se desempeñó como bibliotecario de 1904 a 1919 y desde ese año hasta 1925 como Secretario General.

Con el correr de los años su obra se ha ido acrecentando y por sus méritos como investigador ha conseguido justo renombre. Para 1925 ya habían aparecido 17 libros de su autoría y algo más de un centenar de opúsculos, muchos de los cuales se habían publicado en prestigiosas revistas de diferentes países: Proceeding of the Biological Society (Estados Unidos), Annals Magazine of Natural History (Inglaterra), Proceeding of the Zoological Society (Inglaterra) y en las Actas de la Real Sociedad Española. En esa época su obra científica como especialista en zoología es de importancia capital para el conocimiento de los mamíferos del mundo, pudiéndose mencionar, entre otros, los trabajos siguientes: «Fauna Ibérica, Mamíferos» (1914); «Genera Mammalium’ (dos volúmenes, 1919-1925); «Manual de Mastozoología» (1922); «Los mamíferos de Marruecos» (1932), que fue publicada cuando ya estaba en la Argentina. Como miembro de la Comisión Internacional de Nomenclatura Zoológica llegó a ser el máximo perito en esa cuestión, publicando al respecto: «El concepto de tipo en Zoología y los tipos de mamíferos del Museo de Ciencias Naturales de Madrid» (1912) y «Código de nomenclatura zoológica vigente en la actualidad» (con una introducción histórica, 1914).

Como lógica consecuencia de su destacada actividad recibe distinciones: Miembro correspondiente de la Zoological Society de Londres (1907); de la Sociedad Portuguesa de Ciencias Naturales de Lisboa (1913); de la Junta Municipal de Ciencias Naturales de Barcelona (1917) y es declarado Huésped de Honor del Club Atheneum de Londres (1925).

En 1925, con 46 años de edad y un merecido renombre en el mundo científico, deja definitivamente España con su familia y se afinca en la Argentina, que será su patria de adopción. Cuando arriba Cabrera a nuestro país ya era reconocido como un científico de primer nivel. Inmediatamente se hace cargo de la Jefatura del Departamento de Paleontología del Museo de La Plata, en el que también será Profesor Titular de esa materia, entre 1925 y 1947. Desde 1932 hasta 1957 será Profesor Titular de zoología de la Facultad de Agronomía y Veterinaria de la Universidad de Buenos Aires y Director del Instituto correspondiente.

A su brillante desempeño deben sumarse otros cargos de importancia: Consejero Académico del Instituto del Museo de La Plata, Consejero Superior de la Universidad Nacional de La Plata y miembro del Consejo de la Facultad de Agronomía y Veterinaria de la Universidad de Buenos Aires. Además representó a la Argentina en reiteradas oportunidades ante congresos internacionales y reuniones científicas.

Desde su misma llegada comienzan a aparecer sus contribuciones científicas y sus interesantes artículos de divulgación, entre ellos «Cetáceos fósiles del Museo de La Plata» (1926), «Sobre la alimentación del Megatherio» (1926), «Datos para el conocimiento de los Dasiuroideos fósiles argentinos» (1927). Tanto en estos como en otros trabajos, a sus cualidades de escritor talentoso y de científico de avanzada, sumaba otra cualidad: su facilidad para el dibujo y la pintura, que lo convertía en un excelente pintor animalista, siendo común que ilustrara sus propios artículos, o los de otros. En algunas vitrinas del Museo de La Plata se podían observar acuarelas suyas, donde recreaba en base al esqueleto la posible forma corporal de los animales prehistóricos, a lo que agregaba la pintura del ambiente en que podían haber desarrollado su existencia.

Su justo prestigio como paleontólogo llevó a la Editorial Losada a proponerle que presentara «El pensamiento vivo de Ameghino», que se publicó en 1944. Cabrera, que desde su misma llegada a la Argentina demostró un conocimiento sorprendente de su historia y de su naturaleza, hace en este libro la «Introducción» al conocimiento del sabio, tanto en su faz humana como científica y luego selecciona una serie de «Páginas escogidas de Ameghino», que a su criterio, son el extracto de sus teorías. Algunos de los trabajos científicos más importantes sobre esta materia que escribió Cabrera fueron los siguientes: «Sinopsis de los quirópteros argentinos» (1931), «Sinopsis de los cánidos argentinos» (1932), «El perro cimarrón de la pampa argentina» (1932), «El caballo argentino» (1933), «Dos nuevos micromamíferos del norte argentino» (1934), «Los perros domésticos de los indígenas del territorio argentino» (1934), «Mamíferos Sud-Americanos» (1940), libro publicado en colaboración con J. Yepes, que mereció el Primer Premio en Ciencias Naturales y Biológicas de la Comisión Nacional de Cultura. Debe señalarse que en este libro sus autores hacen una encendida defensa de la fauna autóctona y un llamado de atención sobre el peligro potencial de introducir animales sin control, desde otros países. Al mismo tiempo se destaca la necesidad de apoyar las reservas y los Parques Nacionales con argumentos que aún hoy son modernos. «Caballos de América» (1945), es otra de las obras más importantes de Cabrera, basada en una documentación tan completa que aun hoy sería difícil conseguir.

Sobre Nomenclatura Zoológica, en la que era un verdadero especialista, publicó en nuestro país, «La nomenclatura zoológica en Veterinaria», en Gaceta Veterinaria (N° 8 y 9 de 1940). El artículo tuvo notable repercusión no sólo en el ambiente veterinario sino también en el mundo de la Medicina humana, porque se ocupaba, entre otras materias, de la parasitología animal que afecta al hombre. También sobre el mismo tema escribió al año siguiente «El código de nomenclatura», que tuvo un eco similar al artículo anterior.

Estrechamente ligado al Dr. E. Solanet, también miembro de esta Academia, ilustró el libro de éste «Pelajes criollos», que publicara la Editorial Kraft en 1955. «Es un libro erudito y amable, útil y hermoso», dicen sus editores, para redondear más adelante: «(…) y señalar también los excepcionales valores del aporte artístico del profesor Angel Cabrera y del pintor Tito Saubidet». El Dr. Solanet aclara que la acuarela de Manchado, que reproduce a «Mancha Cardal», fue pintada por Cabrera en 1928, al regreso del viaje que hiciera, junto al otro caballo «Gato», a los Estados Unidos. Por otra parte, en el libro de Solanet se constatan numerosas «llamadas al pie de página», o citas en el texto, por las que se comprueba la erudición de Cabrera en esos temas y que ya antes de su llegada a la Argentina, estos dos maestros mantenían correspondencia (las citas comienzan en el año 1921).

Desde su llegada al país el Dr. Cabrera no cesó de recibir distinciones: Miembro correspondiente de la Sociedad Chilena de Historia Natural (1926), Miembro correspondiente de la Boston Society of Natural History (1929), Académico Correspondiente de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de Madrid (1931), Miembro Correspondiente del American Museum of Natural History of New York (1943), Académico de la Academia Nacional de Agronomía y Veterinaria. A esta Academia ingresó el 19 de junio de 1942, siendo recibido por el Dr. Leopoldo Giusti, ocasión en que desarrolló los temas «Conceptos sobre el Dr. Angel Gallardo» (a quien reemplazaba en el sitial) y «Defectos de lenguaje, delitos contra el idioma» como discurso de ingreso. Otras distinciones fueron; Miembro de Honor de la American Society of Mammalogy, de los Estados Unidos (1947), Miembro Honorario extranjero de la Zoological Society de Londres (1947) y Académico Correspondiente de la Academia Nacional de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de la Argentina (1950).

La noticia de su fallecimiento, acaecido en la ciudad de La Plata, a los 81 años donde viviera 35 años con su familia, fue dada a conocer en todo los diarios al día siguiente, seguida de extensos artículos en los que se detallaban su vida y sus logros. El 7 de julio de 1960, en horas del mediodía, nos dejó este verdadero «maestro de maestros», y aunque la frase sea común, posiblemente es la que mejor define a quien fuera en vida Angel Cabrera.
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1 Versión, sensiblemente abreviada, del trabajo CARRAZZONI, José A. A 35 años de la desaparición del Profesor Dr. Angel Cabrera. Anales de la Acad. Nac. de Agr. y Vet. 49(5):8-17. 1995.