por la Inga. Agra. Clotilde Jauch1

Hijo de don Juan Bautista Marchionatto y de doña Emilia Sticco, nació el 19 de agosto de 1896 en la Capital Federal, donde dejó de existir el 1° de enero de 1955. Apenas ingresado en la Facultad de Agronomía de La Plata, demostró su acendrada vocación por la agronomía y especialmente por la fitopatología. Solía recordar con gran cariño al sabio micólogo Spegazzini y al eminente botánico Hauman, que guiaron sus primeros pasos en la patología vegetal. Graduado de Ingeniero Agrónomo en dicha Facultad en 1920 con las más altas calificaciones, ganó por concurso el cargo de Jefe de Trabajos Prácticos de Botánica y de Patología Vegetal en 1921. En 1926 fue nombrado Consejero Académico y Profesor Titular de Fitopatología, cargo que desempeñara sin interrupción en esa casa de estudios hasta 1947.

En la Facultad de Agronomía y Veterinaria de la Universidad de Buenos Aires fue encargado del curso de Fitopatología en 1926 y se lo designó Profesor Titular en 1928. Fue Miembro del Consejo Directivo en 1934-36 y en 1948-52, Vicedecano en 1934-36 y Director del Instituto de Fitopatología desde 1953.

            En el Ministerio de Agricultura y Ganadería de la Nación ha sido jefe del laboratorio de Fitopatología (1923-34), Director de Defensa Agrícola y Sanidad Vegetal (1934-35), Director de Sanidad Vegetal (1935-43), Director del Instituto de Sanidad Vegetal (1943-47) y Director General de Sanidad Vegetal y Acridiología (1947-52).

Fue delegado plenipotenciario del Gobierno de la Nación a la Conferencia Preliminar Internacional de Fitopatología de Buenos Aires (1926), a la Conferencia Internacional de Expertos en la Lucha contra la Langosta de Montevideo en 1934 y 1946, a la Conferencia Comercial Panamericana de Buenos Aires (1935) y a la Conferencia Interamericana de Sanidad Vegetal de Buenos Aires (1948); Presidente de la Comisión Nacional de Lucha contra el sorgo de Alepo (1936-39) y de la Conferencia Nacional de Coordinación Fitosanitaria (1950); Vocal de la Junta Nacional del Algodón (1935-43); corresponsal oficial del país ante el Instituto Internacional de Agricultura de Roma desde 1934. Ha sido socio fundador de la Sociedad Argentina de Agronomía (1943) y del Comité Argentino de Patología Comparada (1952). Miembro del Colegiado de la Asociación Argentina para el Progreso de las Ciencias (1946) y desde 1949 Miembro de Número de la Academia Nacional de Agronomía y Veterinaria; era asimismo Comendador de la Orden del Mérito de Chile.

Su personalidad sobresaliente descolló tanto en el país como en el extranjero, en su calidad de funcionario de alta jerarquía del Ministerio de Agricultura y Ganadería de la Nación y como agrónomo y hombre de ciencia. Investigador meritísimo en el campo de la fitopatología, no obstante su inclinación por la ciencia pura, no se apartó de la actividad técnica. Poseía una extraordinaria mente organizadora: el Ministerio de Agricultura le debe proyectos y realizaciones, como ser la creación de casi todos los organismos que él dirigiera y la formación de una red de Laboratorios de Fitopatología y de Insectarios regionales. Desde que asumió la Dirección General de Sanidad Vegetal organizó los servicios antiacridianos, logrando resultados altamente satisfactorios y se ocupó tenazmente tratando de establecer un ente interamericano y nacional para la fiscalización y lucha contra las plagas de la agricultura.

Mucho espacio sería necesario para comentar sus valiosos trabajos, entre ellos libros, folletos, reseñas, etc. y hacer resaltar la importante contribución agronómica que le debe el país. Describió la destacada labor de Spegazzini, Hauman y Fawcett, verdaderos pioneers de las investigaciones fitopatológicas en nuestro país, y las figuras cumbres de Antón de Bary, de Sorauer y de Erwin Smith. Divulgó informaciones y conclusiones de interés científico y práctico para la lucha contra la langosta y las enfermedades de las plantas cultivadas. Señaló un elevado número de hongos parásitos, que no habían sido aún citados para la Argentina. Comprobó en el laboratorio y a campo la patogenicidad del «hongo verde» (Sporotrichum paranense Marchionatto). A él se debe también el haber aclarado en el país el ciclo biológico de algunos fitoparásitos, como ser el de la Venturia inaequalis (Cke.) Winter, de la Venturia pirina Aderh. y del Claviceps paspali Stevens y Hall, y asimismo el haber solucionado ya desde el año 1925, mediante un método de lucha adecuado, el problema que presentaba la manzana «cara sucia», atacada por el hongo Gloeodes pomigena (Schw.) Colby.

La ciencia ha perdido un verdadero investigador, un estudioso de gran talento, que con ejemplar actividad ha aumentado el patrimonio científico. Lo atestiguan también sus libros: «Enfermedades de los frutales», «La vida de los hongos», «Manual de las enfermedades de las plantas», «Las enfermedades de las plantas florales», «Los hongos parásitos de las plantas», «Las enfermedades infecciosas de las plantas», «Tratado de fitopatología» y numerosos trabajos de investigación sobre fitopatología y de divulgación general en revistas agrícolas del país.

Falleció cuando, para bien de la enseñanza y del progreso científico, estaba organizando el Instituto de Fitopatología de la Facultad de Agronomía y Veterinaria de la Universidad de Buenos Aires, que hubiera podido alcanzar una notable influencia en la formación especializada de sus alumnos y colaboradores.

Constantemente fuimos testigos de sus grandes conocimientos, de la eficacia de su labor y de la asiduidad en el cumplimiento de su deber. Sus lecciones eran una exposición clara y evidente de las más modernas tendencias, nacidas de los nuevos descubrimientos hechos en la patología vegetal. Sus alumnos tenían para él una verdadera admiración, profundo respeto y estima extraordinaria. Siempre con mayor entusiasmo iban a su laboratorio y él mismo los guiaba en el examen microscópico y en la determinación de las especies.

Con una paciencia y tenacidad de verdadero didacta, difundía su saber. Toda la grandiosidad de lo infinitamente pequeño manifestaba con su palabra y sabiduría, que recogiera en obras escritas y en sus numerosos trabajos.

A nosotros nos queda la inmensa congoja de haberlo perdido, empero nos dejó una herencia de ideas y de conocimientos, que él con su labor escrupulosa e inteligente había escogido y seleccionado para brindarlo a sus alumnos. Su memoria perdurará en los fastos de la ciencia y los que tuvimos la suerte de ser sus discípulos tendremos hacia él un culto perenne, pues era asimismo un hombre íntegro, desinteresado, generoso y modesto.

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1 Nota necrológica (ligeramente abreviada) publicada en la Rev. Arg. de Agronomía 22(1):48-55. 1955. La nota incluye además la bibliografía publicada por el Ing. Marchinatto.