por el Dr. Gabriel Bernardello1
El 12 de diciembre de 2001, en la ciudad de Córdoba, se extinguió la intensa y prolífica vida del Prof. Ing. Agr. A. T. Hunziker: un incansable trabajador de la Botánica, o de la scientia amabilis como él prefería llamarla, un «patriarca de la botánica argentina» (parafraseando a L. R. Parodi, 1961). Como tal, supo mantener viva su pasión por esta ciencia y su afán por el trabajo hasta, virtualmente, su último minuto y dejó tras de sí un sinnúmero de obras de todo tipo, las cuales han contribuido al desarrollo de la Botánica en el centro del país y la han difundido a todas las latitudes.
Había nacido en Chacabuco (prov. de Buenos Aires), un 29 de agosto de 1919 en el seno de una familia suiza, la cual le proporcionó los medios para facilitar sus estudios. Así, emprendió la carrera de Agronomía, en la Facultad de Agronomía y Veterinaria de la Universidad de Buenos Aires, graduándose en 1945 (con un promedio de casi 9) y con una tesis dirigida por el Prof. Ing. Agr. Lorenzo R. Parodi. Hunziker siempre recordó con admiración y afecto a su maestro y agradeció el hecho de habérselo cruzado en su camino universitario. También el maestro reconoció a su discípulo y a su tesis, como cuando escribió, comparando la Botánica de 1810 con la de 1960: «¿Qué obra de aquella época puede superar en concisión a la monografía del género Cuscuta de Argentina y Uruguay (1950) de nuestro colega Ing. Agr. Armando T. Hunziker?» (Parodi, 1961).
El destino (o su intención) lo llevó a irse de Buenos Aires, tal vez con un espíritu aventurero, decidido a forjarse un lugar por sí mismo, que resultó ser Córdoba capital. Así, en enero de 1945 gracias a una beca de la Asociación Argentina para el Progreso de las Ciencias, fue a la Universidad Nacional de Córdoba para clasificar, ordenar y conservar sus herbarios. La misma Asociación, en 1948, le proporcionaría otra beca para trabajar en la Harvard University (U.S.A.) con el Prof. I. W. Bailey.
Con su tremenda energía dirigió, desde 1947 (a los 28 años) y hasta 1998, al Museo Botánico de Córdoba. Desde allí encauzó las vocaciones de jóvenes que querían dedicarse a la investigación de diversos aspectos de nuestras plantas, favoreciendo sus estudios con todos los medios necesarios. Con tal fin, tuvo a su cargo la dirección de becarios, de alumnos de la carrera del Doctorado en Ciencias Biológicas y de investigadores. Para canalizar el caudal de los manuscritos que se iban produciendo, fundó y dirigió las revistas Kurtziana en 1961 y Lorentzia (de aparición esporádica) en 1970. Desde 1961 tuvo una posición permanente en la Carrera del Investigador de CONICET, habiendo llegado a sus máximos escalones (Superior y Emérito) y pertenecido a su Directorio (1991-1994). En 1983, creó el Instituto Multidisciplinario de Biología Vegetal (CONICET-Universidad Nacional de Córdoba) integrando a los ya entonces varios botánicos interesados en anatomía, morfología, embriología, citología y taxonomía, con químicos, fisiólogos y ecólogos vegetales, siendo su Director desde su fundación hasta 1996. Como se desprende de estas breves líneas, podría decirse que su esencia no era para ser un subalterno, sino todo lo contrario: fue un director nato que supo llevar adelante muchas instituciones, muchos proyectos y muchas personas, siempre con la idea de profundizar y jerarquizar los estudios botánicos en nuestro medio.
Como docente, supo transmitir su apasionamiento por la investigación, por la Botánica y por nuestra flora. Antes de recalar en Córdoba, enseñó en la Universidad Nacional del Litoral (Facultad de Agricultura, Ganadería e Industrias Afines) entre 1944 y 1945. Pero fue en la Universidad Nacional de Córdoba, específicamente en la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales (Escuela de Biología), donde fue Profesor desde 1947 hasta 1982 cuando se jubiló de esta actividad. Aunque dictó varias asignaturas, Plantas Vasculares era su fuerte; sabía decir en broma: «me sacan del Wettstein y estoy muerto!». La época de los exámenes de su materia era un poco temida por los estudiantes, pero en rigor el suyo era un examen inteligente, que exigía no sólo memoria sino también razonamiento. Pero claro, todos literalmente temblábamos cuando «el Ingeniero», como acostumbrábamos a decirle en una Facultad donde todos eran «Doctores», nos mandaba a una mesa a buscar alguna planta viva representante de determinada Familia, Orden o grupo de Ordenes …
Si bien desarrolló su actividad académica básicamente en el ámbito de la Biología, fue uno de los profesores que intervino en la creación de la Facultad de Ciencias Agropecuarias de la Universidad Nacional de Córdoba, a partir del que fuera Instituto de Ciencias Agrarias.
Su obsesión y su entusiasmo por los estudios de sistemática de fanerógamas nativas, especialmente en las Solanaceae, lo llevaron a trabajar religiosamente los sábados completos y la mayoría de los domingos y feriados; para ello, contaba con el apoyo incondicional e imprescindible de su querida esposa, Elisabeth C. Benz. Parecía no conocer descanso, ni necesitarlo, tanto en las largas horas de estudio en el Museo como en los viajes de campo, en los cuales no había frío, lluvia o sol recalcitrante que impidiera que de día se observaran y recolectaran plantas, y de noche se las procesara. Su ardor por las plantas y el estudio fueron, aún con mayor intensidad, su refugio silencioso, cuando en 1976 tuvo que sobrellevar la desaparición de tres de sus cinco hijos.
Desde 1943 en que vio la luz su primer artículo en la Revista Argentina de Agronomía, publicó unos 150 sobre diferentes aspectos de la taxonomía y morfología de angiospermas, incluyendo un valioso opúsculo sobre los seudocereales usados por aborígenes americanos (Hunziker, 1952). Sin embargo, sus más relevantes contribuciones se relacionan con las Solanaceae, familia de enorme importancia económica a la cual le dedicara 50 años de su vida. Participó en todas sus conferencias internacionales, habiendo sido reconocido en una de ellas por sus «long and distinguished efforts and notable contributions to the study of Solanaceous plants» (St. Louis, 1982). Afortunadamente y no por casualidad, el hilo de su vida le alcanzó a tiempo no sólo para terminar, sino también para ver impreso su más significativo tratado en forma de libro: Genera Solanacearum. The Genera of Solanaceae Illustrated (A. R. Gantner Verlag KG, 2001). En esta obra, titánica y postrera, Hunziker presentó una síntesis en inglés de su minucioso conocimiento y comprensión de toda la familia, presentando asimismo un nuevo sistema. Hecho con sus peculiares poderes de observación, de discriminación y de concisión e ilustrado magistralmente, tiene, además, el valor de ser el primer trabajo de conjunto desde que Wettstein, en 1891, publicara las Solanaceae para Die natürlichen Pflanzenfamilien (ed. Engler und Prantl).
Otro aspecto a resaltar de su labor, fueron sus esfuerzos para conocer nuestra flora nativa. Gracias a ellos, entre 1982 y 1985 dirigió el Programa de CONICET Floras Regionales (PROFLOR) y desde 1990 a la fecha de su fallecimiento, el Programa Flora Fanerogámica Argentina (PROFLORA) de la misma institución. Como resultado, en primer lugar editó una herramienta fundamental: Los géneros de Fanerógamas de Argentina. Claves para su identificación (Hunziker, 1984). Sobre la base de un manuscrito inédito del belga Lucien Hauman, convocó a prácticamente todos los botánicos activos de la época para que lo actualizaran. En segundo lugar, inició en 1994, la ambiciosa publicación de la Flora Fanerogámica Argentina, en forma de fascículos -ya hay 80 disponibles- editados por CONICET, llenando una necesidad tanto de nuestro medio como de Sudamérica. Quedó en su camino la publicación de la flora del centro del país. Su empeño, junto con el de sus colegas cordobeses, duró décadas, pero los manuscritos quedaron en los anaqueles del Museo, salvo dos contribuciones de Asteraceae (1994 y 2000) por L. Ariza Espinar. El mismo Hunziker (1981) se refería con humor a este asunto en una conversación hipotética con Miguel I. Lillo y le decía: «… por fin, en el Museo Botánico de Córdoba, ahí donde estaba su viejo amigo Kurtz, desde hace muchos años dicen que están haciendo la Flora Fanerogámica del Centro del país; pero Ud. sabe como son esos cordobeses… en fin, Ud. me comprende, ¿no es cierto?». Si bien justificó este atraso a expensas de la realización de estudios monográficos nacionales, sudamericanos, continentales o mundiales, fue para él una materia pendiente.
Como es esperable, recibió muchos honores en su carrera, entre ellos: premio Eduardo L. Holmberg (1943), becario del British Council (1954), miembro de la Academia Nacional de Ciencias (1959) y de la Academia Nacional de Agronomía y Veterinaria (1980), dos veces becario de la Guggenheim Foundation (1961-62, 1979-80), premio Weissmann (1968), Presidente de la Sociedad Argentina de Botánica (1980-83), Profesor Honorario de la Universidad de Buenos Aires (1981) y Emérito de la Universidad Nacional de Córdoba (1989), premio Konex de platino (1983), miembro correspondiente de la American Society of Plant Taxonomists (1990) y de la Botanical Society of America (1993).
Fue un científico dedicado, talentoso y productivo, que amaba por igual a la música y a los libros. Tenía, por qué no decirlo, un carácter difícil y había que saber llevarlo para poder seguirlo. Pero tenía la cualidad de la franqueza, lo cual si bien generaba discusiones y malos ratos, permitía aclarar las cosas y, a la larga, entenderse. En una medida, fue como un padre para quienes estuvimos cerca suyo. Y como con un buen padre, nos peleábamos y nos reconciliábamos. Así fue creciendo nuestra relación y nuestra independencia, en la cual padre e hijo, a cierta altura de la vida, deberían pasan a ser un poco hermanos.
Puede decirse, sin dudar, que su ejemplo y los desvelos de su vida contribuyeron en mucho a «que la botánica argentina aumente su poder, y sea uno de los puntales científicos en que se basen la grandeza de esta tierra y el porvenir de sus hijos», una frase de Parodi (1961) que a él le gustaba recordar.
Obras citadas
HUNZIKER, A. T. 1950. Las especies de Cuscuta (Convolvulaceae) de Argentina y Uruguay. Revista Fac. Ci. Ex., Fís. Nat., Córdoba 12 y 13: 1-396.
HUNZIKER, A. T. 1952. Los pseudocereales de la agricultura indígena americana. Acme Agency, Buenos Aires.
HUNZIKER, A. T. 1981. Miguel Ignacio Lillo ciento cincuenta años después. Bol. Soc. Argent. Bot. 20: 7-17.
HUNZIKER, A. T. (ed.). 1984. Los géneros de Fanerógamas de Argentina, claves para su identificación. Bol. Soc. Argent. Bot. 23 (1-4).
PARODI, L. R. 1961. Ciento cincuenta años de Botánica en la República Argentina. Bol. Soc. Argent. Bot. 9: 1-68.
_________