por el Dr. Andrés R. Arena[1]

 Cuando cursaba el bachillerato en el viejo Colegio Nacional de La Plata, para cuyos profesores conservo la mayor gratitud y respeto, especializándome con Edelmiro Calvo, que además de sus enseñanzas me brindó la acogida de su hogar, conocí en mis viajes diarios a la Ensenada mi pueblo natal, a un joven cuya sonrisa trasuntaba bondad y su indumentaria: botas, breaches y jockey, delataba en esos tiempos a un estudiante de agronomía o veterinaria; era Belarmino Barbará, aquél que muchos años después ocupara en esta Academia, precisamente, la silla que hoy me toca ocupar a mí.

La familia de mi antecesor fijó su residencia en la Ensenada de Barragán el año 1886 porque su señor padre Don Miguel Barbará, debió hacerse cargo de la Contaduría de la empresa constructora del Puerto de La Plata, obra que proyectara y dirigiera el eminente ingeniero holandés Waldorp; que para llegar a la debida profundidad del Río de la Plata cortó con un canal de 4 kilómetros una de las islas del “Monte Santiago” y construyó otros de circulación y desagüe, que transformaron la comarca pantanosa en una villa salubre, que a la sazón contaba con 7.000 habitantes y ahora constituye con Berisso los barrios suburbanos más poblados de la Capital de la provincia.

Barbará aprendió sus primeras letras en un colegio privado que dirigía un profesor francés Mr. Collin, a quien sucedió don Mauricio Dellafosse de la misma nacionalidad, que fue mi maestro. Cursó los estudios secundarios en el Colegio del Salvador en Buenos Aires. Se graduó en 1905 con el título de doctor medicina Veterinaria, en la Facultad de Agronomía y Veterinaria de La Plata. Desde entonces en todos los cargos que desempeñó dejó huellas de su capacidad, de su cultura y especialmente de su generosidad y subrayo esta última condición porque, en mi sentir cuando ella falta en los estudiosos, limita el intercambio de ideas, se hacen gélidas las conversaciones y coloca a los ávidos frente a divulgadores de conocimientos retaceados, que sólo propulsan al desánimo.

El traslado a la provincia de Santa Fe que le impusiera el comienzo de su vida profesional, ya como asociado a un establecimiento ganadero o como Inspector de la División de Ganadería del Ministerio de Agricultura, sirvió para que Barbará definiese su vocación, que era el trabajo del laboratorio, y en 1913, se incorporó al que el Departamento Nacional de Higiene tenía instalado en un antiguo e incómodo edificio de la calle 25 de Mayo, cuyo Director era el afable e ilustrado Dr. Carlos Delfino.

Mientras el Instituto Bacteriológico -hoy Malbrán- se estructuraba bajo la dirección de una de las figuras de más significación en la bacteriología, el Profesor Rodolfo Kraus, Barbará, a quien distinguía en sumo grado el sabio vienés, como lo confirman las publicaciones hechas en colaboración, atendía las dependencias instaladas en la Isla de Martín García donde se preparaban provisoriamente los sueros antidiftéricos, antitetánico y antipestoso.

El profesor Kraus, ante el firme propósito de asegurar el éxito de los hombres que se distinguían por su inteligencia y capacidad de trabajo, dispuso que fuese Barbará el colaborador del distinguido sabio brasileño contratado Dr. Arturo Neiva.

           La sección zoología fue rápidamente organizada y mediante la intensa dedicación en el laboratorio y en el terreno, se hicieron investigaciones cuyas conclusiones permiten afirmar que con su decidida y eficaz colaboración prestada al Dr. Neiva, Barbará contribuyó al progreso en el estudio y dilucidación de importantes problemas entomológicos de carácter médico y de gran interés, para nuestro país. El estudio sobre mosquitos de la Argentina realizado por estos investigadores, mereció por parte del Prof. Kraus, por su importancia, el primer lugar en la cita que hiciera de todos los trabajos realizados por el Instituto en el período comprendido entre los años 1916 y 1921. También recordemos que Neiva y Barbará establecieron el diagnóstico preciso de la leishmaniosis tegumentaria que llamaron sudamericana y que en aquella época se le consideraba manifestación de otras enfermedades, como asimismo que en 1916, previeron la posibilidad de la aparición del tifus exantemático autóctono en el norte de nuestro país; pronóstico que desgraciadamente se cumplió dos años después, perdiéndose 17 vidas entre los 300 habitantes de la pequeña población norteña “Molinos”. Esta enfermedad fue estudiada después en sentido clínico y epidemiológico en colaboración con el Dr. Bataglia.

El año 1918 los doctores Barbará y Dios publicaron un trabajo fundamental sobre ixodideos de la República Argentina y países vecinos.

La actuación de Barbará en la Comisión Nacional encargada de dictaminar sobre la eficiencia del método biológico que D’Herelle había ideado para la lucha contra la langosta, contribuyó a desvirtuar los beneficios supuestos por el célebre y genial investigador francés.

Comisionado por instituciones oficiales y privadas tomó parte las discusiones científicas en Brasil, con motivo de la Peste Bovina aparecida en el país vecino. Su aporte fue de gran utilidad en lo que correspondió a la fijación de las medidas profilácticas de la grave enfermedad.

Después de ocupar un tiempo la jefatura de uno de los laboratorios del Instituto de Medicina Experimental, se dedico a las actividades privadas, que culminaron con la fundación y dirección técnica del Instituto Seroterápico Argentino.

Belarmino Barbará, fue un cultor de la amistad, un propulsor del trabajo de los demás, a quienes generosamente estimulaba y ayudaba; practicó el bien sin alardes y su clara inteligencia, saber, ingenio bonhomía hará perdurar para siempre la consideración los hombres de ciencia y la admiración y el recuerdo cariñoso, de los que tuvimos la suerte de su amistad.

Sin embargo, con todo sentimiento debemos decir que Barbará, como de tantos otros hombres que dedicaron los mejores años de su vida a la investigación científica en nuestro país, que por su entusiasmo, capacidad y dedicación habría producido mucho más para el progreso de la ciencia, si las condiciones ofrecidas por el Estado les hubieran brindado la situación que correspondía para poder continuar la obra desinteresada.


[1] Semblanza (abreviada) del Dr. Belarmino Barbará efectuada con motivo de la incorporación del Dr. Andrés R. Arena como miembro de número de la Academia el 8 de agosto de 1947. Buenos Aires, Academia Nacional de Agronomía y Veterinaria, 1947. p. 7-11. 1947.