por el Dr. Osvaldo Antonio Pérez1

Nació en 10 de enero de 1866 en San Antonio de Areco. Era hijo de Pedro Murtagh, del partido de Baradero, y de Amelia Tabares, natural de Areco, de 25 y 21 años respectivamente a la fecha del nacimiento de Juan. Fue bautizado el 6 de abril de 1866 en el lugar de su nacimiento. Asistió hasta el tercer grado, en 1881, en la Escuela Nº 1 de la parroquia de Pilar. Posteriormente estudió en el Instituto Argentino. Estudió en Santa Catalina perteneciendo a la segunda promoción, la de 1888, de profesionales educados en el país. Su tesis, aprobada el 6 de agosto de 1889, fue «Enfermedades Carbunculosas».

En 1892 el Dirección Nacional de Higiene lo nombró Vocal de la Comisión para el estudio del Reglamento de Exportación e Importación de Animales en pie y para formular el proyecto de ley de Policía Sanitaria Animal. En 1893 en un concurso de oposición con dos médicos y con un veterinario (Joaquín Zabala) ingresó a la Asistencia Pública como Inspector Veterinario. Inspector en la Municipalidad de Buenos Aires desde 1894, trabajó en el antiguo Matadero de Parque de los Patricios y cuando éste se trasladó, en el asentamiento de Liniers. Luego pasó a la Dirección de Limpieza. Lo llamó Víctor Even, su ex profesor, para que lo secundara en la práctica particular, y lo dejó al frente de su casa de comercio cuando se fue a Francia, de donde regresaba esporádicamente.

Socio fundador de la Sociedad de Medicina Veterinaria de la que fue su presidente entre el 26 de mayo de 1900 y el 3 de abril de 1902 (dos períodos consecutivos), del 3 de abril de 1903 al 11 de abril de 1904, del 3 de abril de 1906 al 2 de abril de 1907 y del 31 de marzo de 1908 al 30 de marzo de 1909. Le tocó hacer la primera tuberculinización en el país. Vicepresidente de la Sección de Policía Veterinaria, Enfermedades Contagiosas de los Animales y Medicina Veterinaria del Congreso Internacional Americano de Medicina e Higiene realizado en Buenos Aires por los festejos del Centenario en 1910. Formó parte de la Comisión de Defensa Sanitaria de la Sociedad Rural Argentina en el año 1929 y subsiguientes. Fue asimismo miembro correspondiente de la Societé de Medicine Veterinarie Practique de Francia.

Ingresó a la Academia Nacional de Agronomía y Veterinaria en 1926, siendo su presidente en el período 1943-1947. Fue presidente de la Asociación Médico Veterinaria Argentina en 1943. Falleció el 15 de noviembre de 1947.

Criado en medio de una campaña bonaerense que recién amanecía de la dictadura de Rosas, Murtagh fue un ejemplo de amabilidad, honestidad y caballerosidad que ennoblece a la profesión. Su madre solía hacer referencia a sus ancestros indígenas para justificar su gran sabiduría de las cosas de campo, entre ellas la confección de emplastos con los que curaba cualquier afección de sus hijos. Juan Nicanor padeció de una anomalía congénita en una de sus manos, la polidactilia, por lo que desde chico se lo conoció como «seis dedos». Más tarde corrigió quirúrgicamente el defecto y recordaba con poco agrado a quienes, por haberlo tratado desde joven lo seguían llamando con el viejo apelativo. Empero cuando sus hijos y más tarde sus nietos fueron naciendo, subrepticiamente tomaba las manos de los niños y procedía a verificar que no se hubiera manifestado la herencia que él había tenido.

Fue el casi legendario Don Segundo Sombra quien le enseñó a montar a caballo, y todavía después de pasado muchos años, en un desfile criollo este lo reconoció saludándolo como «niño Juancito».

Se casó con Celina Langan, prima de otro gran veterinario, el Dr. Martínez Langan.

Cuando ingresó a la Asistencia Pública, en 1893, y con un sueldo de 150 pesos mensuales se le proveyó un caballo y él tuvo que adquirir la montura. Su radio de acción era Flores y Almagro donde funcionaban siete mataderos particulares. Al año siguiente pasó a la sección creada por Zabala mejorando su sueldo a 250 pesos más 15 extras por atender la caballada de la Asistencia Pública. En 1895 permutó con el cargo de médico de caballada de la Administración General de Limpieza obteniendo 200 pesos mensuales.

Sobre su persona, opinó el ingeniero agrónomo Pagés: «Jamás en circunstancia alguna se le ha oído la más simple imprudente información sobre lo que pasaba o tenía una cabaña … Ha sido el profesional práctico por excelencia y su enorme clientela la ha conquistado a base de perseverancia, de inteligencia sobria, de su gran aptitud de trabajo, de su bonhomía característica.»

Muy cariñoso y accesible, contaba entre sus numerosos dones el de la caridad. Todas estas virtudes estaban acompañadas de un gesto bondadoso. En sus últimos años, y debido a su ya avanzada edad pero más aún a haber sido uno de los primeros veterinarios recibidos en el país, era conocido como el decano de los veterinarios argentinos.

Estando en una estancia en Talar de Pacheco se sintió mal y en seguida su hijo Ricardo lo puso en un coche para darle atención en el centro hospitalario más próximo. En medio del trayecto su corazón empezó a fallar y fue necesario aplicarle una inyección intracardíaca aunque sin ningún resultado. Falleció rápidamente, pero su camisa manchada de sangre, le confirió el aspecto de haber sufrido un atentado, por lo que los que conducían debieron esquivar controles policiales para poder arribar a Buenos Aires sin padecer más complicaciones de las ya sufridas.
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1 Reproducido con autorización del autor, y adaptado de su obra «Hombres, hechos y nombres de la veterinaria argentina. Buenos Aires, [1999]. p. 181-182.